...

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Poesía y arrogancia.
Pobre aquel
que se compara
con el puño y
con la letra,
y se enfrenta
a la palabra
que es hacedora
de belleza.

Se empareja
con la pluma,
cruel arpón
de crespón nevado,
sin sospechar
su aireado filo.
Él mismo
se considera poesía,
deshaciéndose en elogios
para su precaria carne;
pero el poema continúa
bello en todas sus filas.

Pobre aquel
que se compara
con divinos lexicones,
magnífica lengua
toda del espíritu
que es semejante a Nerea.



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