...

6 views

Usted apesta, Señor
Cualquier muerto apesta, pero usted desde su aliento tibio ha apestado mucho antes de su muerte manufacturada y encomendada.
Qué pena, pero que pena, señor.
Se vino usted a morir en el momento en el que los zamuros
saben, o quieren conocer, cómo se hurta el sol en el bolsillo
del partido.
De lunares quedaron vestidos los herederos, de lunares cancerígenos que solo
saben la canción de la rapiña y el anzuelo.
Usted se vino a morir y los vivos celebramos,
pero los suyos se fueron a sentar en las bancas
de las viejas plazas y echaron el cuento de un rey sin trono pero
con ambiciones de alterar a la nación, pero en verdad
hirió sus rodillas con gemas y lingotes
que servirían para sumar el dinero de quienes no se lo merecen,
o se lo merecen, porque el ladrón no solo quiere vivir del pan, hallará justificación para ello.
Usted yace acostado y arropado con la madera
que, según la leyenda, esconde un monigote bien acicalado, y que los perros que amansó para carroñar creen
que es la deidad del pueblo y la calle; pero los perros no saben diferenciar
la flor del apamate con la hora del desabastecimiento.
Aunque, sus hijos, aquellos que heredaron la mesa que construyó, procuraron convertirse en mercenarios locales.
Se moldearon con la arcilla inútil
y solo supieron que las acciones en las sombras
era el mejor mecanismo
para ocultar la maña y la sed por los recursos.
Hoy, la casa, mi hogar, tiene devastada la mampostería y al sentarme en el alféizar de la ventana,
manchado por el orin, respiro y me da náuseas, porque la terrible hegemonía desde los cuarteles está fundamentada por monos y arlequines.
Sin que nos percataramos de su artimaña fabricada en tiempos de las hombreras, y ya con el desespero extendido
en las palmas de nuestras manos fue que vimos desparramado el vaso de Abita manchando los rincones de la Pequeña Venecia.
Usted ahogó la Casa Grande con santos tan palurdos que le exigían el pago de un tonel de almas ingenuas y felices en sus techos de cartón.
Fabricó imágenes que cobraron con el drama, y que bailan bajo la luna del cuerno melancólico,
en la hora cuando los espectros corren y recorren las calles de las ciudades procurando enaltecer la pesadilla y el desespero.
De eso usted fue partidario,
de locuras que fueron aplaudidas desde el palco de los infieles, por los maleantes que andaban sin camisa,
y por las meretrices de...