...

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Eco de desgracias
He tocado fondo,
y lo que una vez fue esperanza
se ha desvanecido como humo en el viento.
Cada paso que di,
cada decisión que tomé,
me empujó más y más
hacia este abismo sin fin.
¿Cómo estoy?
Perdido en un pozo oscuro,
donde la melancolía
me consume lentamente,
y el futuro,
ese espectro distante,
parece burlarse de mí
con su mueca cruel.

Te dicen que no te rindas,
que la vida siempre tiene algo que ofrecer,
pero, ¿qué pasa cuando todo se desmorona?
Cuando cada esfuerzo es en vano,
y el peso de las expectativas
te aplasta sin piedad.
Hasta el árbol más robusto,
aquel que pensabas indestructible,
puede ser derribado por un viento implacable,
dejando solo un tronco vacío
en un desierto de sueños rotos.

Me escondo bajo la tormenta de mi mente,
como un niño indefenso
que busca refugio en su propia miseria.
Escribo en este papel,
pero no encuentro consuelo.
Cada palabra es un recordatorio
de las penas que llevo dentro,
de las desgracias que se acumulan
como nubes negras en el horizonte.

Todo lo que toco se deshace,
como si mis manos fueran malditas,
condenadas a destruir
lo poco que queda de mí.
Me arrastro por este mundo,
sin rumbo, sin dirección,
cargando un peso que nunca disminuye,
una carga que me aplasta
cada vez más.

Y aquí, en este vacío,
donde la esperanza es solo una palabra hueca,
lloro en silencio,
porque sé que no hay salida,
que estas desgracias
no son solo mías,
sino de todos aquellos
que han sentido
el frío abrazo de la desesperanza.
© @poemasagridulces