En el teatro del destino, dos actores se presentan,
uno es la belleza, el otro la discordia que emana.
Lo bonito, un dulce susurro que acaricia el alma,
lo feo, un grito estridente que hiere y desarma.

Lo bonito es un poema recitado con pasión,
lo feo, la página en blanco manchada de dolor.
En la danza de la vida, ambos tienen su lugar,
como dos caras de una moneda que hay que aceptar.

Lo bonito es el amanecer pintado de colores,
lo feo, la tormenta que oscurece los horrores.
Aunque uno nos eleve y el otro nos haga caer,
juntos componen la melodía del ser.

En la dualidad de lo bonito y lo feo encontramos,
la riqueza de la experiencia que nos formamos.
Pues sin lo feo, lo bonito no tendría brillo,
y sin lo bonito, lo feo sería más sencillo.

Así que celebremos la complejidad de la vida,
donde lo bonito y lo feo danzan en armonía.
Porque en la interacción de la luz y la sombra,
descubrimos la verdadera belleza que asombra.

© Lovely Writer