El Prometeo inminente: carne y hueso
No soy escritora, solo anhelo el talento, aunque el genio no me desborde, ni viva del arte. Más bien, él aúlla como perro en los hielos, arrastrando a su amo casi muerto. Es lo no pronunciado un eco ronco del glaciar. Debe ser escrito en cartas, preciado ante los ojos de otro, instaurado el manuscrito en las yemas de sus dedos. Y soy quien vive por un atisbo de dicha tragedia, el tímido desastre encarnado en un humano que no quiere conocer sus límites.
Deseo, si me llegas a leer, una pizca de tu atención para escarchar esos miedos que nos gobiernan. Así me siento ahora, intimidado por un destino que no me mira, plagado de crudo desdén. Si estoy condicionado, entonces hay una herencia palpable cuando escribo: la soledad compartida, inhóspita y ajena. No es triste este destino del que hablo, pero se vuelve una premonición trasladada a torpes poemas.
Quiero dirigirme a alguien, quién sea. Hoy, la noche ya no representa salvación ni desdicha, solo son los ojos de alguien superior. Pienso en esto y en mi porvenir, flaqueo ante el miedo y mi piel se tensa como la electricidad ante la muerte. Así vacila mi pulso, sintiendo la vida perder el...
Deseo, si me llegas a leer, una pizca de tu atención para escarchar esos miedos que nos gobiernan. Así me siento ahora, intimidado por un destino que no me mira, plagado de crudo desdén. Si estoy condicionado, entonces hay una herencia palpable cuando escribo: la soledad compartida, inhóspita y ajena. No es triste este destino del que hablo, pero se vuelve una premonición trasladada a torpes poemas.
Quiero dirigirme a alguien, quién sea. Hoy, la noche ya no representa salvación ni desdicha, solo son los ojos de alguien superior. Pienso en esto y en mi porvenir, flaqueo ante el miedo y mi piel se tensa como la electricidad ante la muerte. Así vacila mi pulso, sintiendo la vida perder el...