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huevos fritos
En un plato de porcelana brillante,
los huevos fritos se vuelven arte,
con su yema dorada y su clara danzante,
un festín para el paladar que enamora al instante.
El aceite caliente los acaricia,
los huevos se fríen con gracia y delicadeza,
un baile en la sartén que nos deslumbra y hipnotiza,
con su aroma que llena de alegría y pureza.
Como el sol en el amanecer resplandeciente,
los huevos fritos nos regalan su esencia,
una melodía sabrosa y envolvente,
que nos transporta a un mundo de dulce complacencia.
Y así, en cada bocado, sentimos la magia,
la música de los huevos fritos en nuestros labios,
una sinfonía de sabores que nos embriaga,
como una canción de los Beatles, eternos y sabios.
© gonzaa18
los huevos fritos se vuelven arte,
con su yema dorada y su clara danzante,
un festín para el paladar que enamora al instante.
El aceite caliente los acaricia,
los huevos se fríen con gracia y delicadeza,
un baile en la sartén que nos deslumbra y hipnotiza,
con su aroma que llena de alegría y pureza.
Como el sol en el amanecer resplandeciente,
los huevos fritos nos regalan su esencia,
una melodía sabrosa y envolvente,
que nos transporta a un mundo de dulce complacencia.
Y así, en cada bocado, sentimos la magia,
la música de los huevos fritos en nuestros labios,
una sinfonía de sabores que nos embriaga,
como una canción de los Beatles, eternos y sabios.
© gonzaa18
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