El sabor de tus besos
En el umbral de la eternidad, tus besos se despliegan como el vino más exquisito, vertiendo en mi alma la esencia de un sabor que trasciende el tiempo. Cada roce de tus labios es una sinfonía de sabores, una paleta de sensaciones dulces y amargas, como la vida misma. Tus besos, como pinceladas de un artista, pintan en mi ser un lienzo de emociones, donde cada tono es un recuerdo, cada matiz una promesa.
Tus besos son el alba de mis días, el crepúsculo de mis noches. En ellos, encuentro el dulzor del primer amor y la profundidad del último suspiro. Son como el mar, vastos e insondables, con la salinidad que evoca la brisa marina y la frescura de las olas que besan la orilla. Tus besos son el refugio donde mis miedos se disipan y mis sueños cobran vida.
Como el amargo chocolate que se funde en el calor de un encuentro, así se disuelven tus besos en mi boca, dejando un rastro de pasión y deseo. Son el elixir que embriaga, que invita a la danza de dos almas en un vals sin fin. Tus besos son el manjar que sacia pero siempre deja anhelando más, una adicción que no busca cura, sino la perpetuidad del momento.
En la quietud de la noche, tus besos son la melodía que me arrulla, el sabor que se queda impregnado en mi ser, un eco persistente que resuena en la cámara secreta de mi corazón. Son la poesía que no necesita palabras, el arte que no requiere pincel, la canción que se compone en el silencio. Tus besos son el sabor de una vida plena, el testimonio de un amor que no conoce fronteras.
Y así, entre versos y metáforas, tus besos se convierten en la tinta indeleble de mi existencia, el sabor que define mi ser. Son la firma de un autor en su obra maestra, la esencia que perdura más allá de la última página. Tus besos, mi amor, son la poesía hecha sabor, el sabor de un amor eterno.
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Tus besos son el alba de mis días, el crepúsculo de mis noches. En ellos, encuentro el dulzor del primer amor y la profundidad del último suspiro. Son como el mar, vastos e insondables, con la salinidad que evoca la brisa marina y la frescura de las olas que besan la orilla. Tus besos son el refugio donde mis miedos se disipan y mis sueños cobran vida.
Como el amargo chocolate que se funde en el calor de un encuentro, así se disuelven tus besos en mi boca, dejando un rastro de pasión y deseo. Son el elixir que embriaga, que invita a la danza de dos almas en un vals sin fin. Tus besos son el manjar que sacia pero siempre deja anhelando más, una adicción que no busca cura, sino la perpetuidad del momento.
En la quietud de la noche, tus besos son la melodía que me arrulla, el sabor que se queda impregnado en mi ser, un eco persistente que resuena en la cámara secreta de mi corazón. Son la poesía que no necesita palabras, el arte que no requiere pincel, la canción que se compone en el silencio. Tus besos son el sabor de una vida plena, el testimonio de un amor que no conoce fronteras.
Y así, entre versos y metáforas, tus besos se convierten en la tinta indeleble de mi existencia, el sabor que define mi ser. Son la firma de un autor en su obra maestra, la esencia que perdura más allá de la última página. Tus besos, mi amor, son la poesía hecha sabor, el sabor de un amor eterno.
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