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Cotidianidad.
A veces difiero de mis pensamientos, es algo raro y confuso, absurdo y complejo, como si mi mente fuese algo ajeno a mi cuerpo y librasen juntos una discusión de mudos a base de insultos, y ambos ya inmundos, pierden el aliento.

Casi siempre me siento enfermo, y se hace más turbio el eco del silencio, pues este letargo en el que discurro formas de verme muerto me obliga a permanecer quieto, y al menos durante un minuto vacilo en ello hasta que lo intento.

En ocasiones también escribo en mi libreto, cada una de mis líneas y oraciones cuáles versos, son esquirlas afiladas que vuelan de mis manos como un rezo, cosa que nunca he hecho, al menos no mirando directo al cielo, y aún así, iluso, espero incluso algo de consuelo.

A diario me despierto cuando el sol se está poniendo. Serio, le saludo y miro las grietas del techo ideando un cuento nuevo donde vuelvo atrás el tiempo, y deseo que pase lento mientras veo que en un segundo estoy sonriéndole al espejo.

Alguna vez, en algún momento, mañana pasado o dentro de algunos años, ayer, antier o tal vez hace un rato, esto se ha vuelto tan cotidiano que ya no importa cuando.

© Kalashnikov