...

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Guerra interna
Ayer miré hacia mis adentros
y vi dos ejércitos luchando.

El miedo suele impedirme visitarlos,
pues, cuando detectan mi mirada,
disparan balas a mi garganta;
el gas lacrimógeno
empaña mis ojos
con mares de culpa, dolor y odio.

Aún así, a veces no puedo evitarlo.
Los estruendos de las bombas
no me dejan dormir,
y los gritos de horror
me hielan los tímpanos.

Cuando la incertidumbre distrae al miedo
con sus quejas incesantes,
me adentro para comprobar
que todo sigue igual.
Pues hoy, mi mayor miedo
es que la muerte haya ganado.

No me atrevo a volver a mirar.
Si la victoria no llega
para ninguno de los dos bandos,
se aniquilarán mutuamente
hasta que sus voces y sus cuerpo
callen para siempre.

El gélido vacío será quien triunfe.
Aprovechará pará vacíar mis ojos
y neutralizar mis pensamientos;
me trenzará los nervios
hasta que ya no sienta nada.

Pero mientras siga oyendo los disparos
y los alaridos,
estaré tranquila.

Quizás sea hipócrita
no desear el fin de una guerra
que tú misma has causado.