...

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Pésame
No te he llorado,
no hubo entierro,
es un duelo mudo
y dueño absoluto
de cada noche mía.
Me encuentro
con mi poesía
despojada del lujo
de vivir mi luto
con un velo
que escriba
el reflejo tuyo.

Pésame, acá y ahora
mi pulso que se demora.
Hállame en un palacio,
solitario y lejano
a mi hogar amado.

Las flores y sus pétalos
sedientos de verdor
no volcarán su color
sobre este intervalo
de ausencia eterna,
donde cielo y tierra
se hallan en el instante
cuando tu muerte siento
erizando mis huesos,
atrofiando el tiempo,
ese reloj que si veo
se declara incierto.

Pésame, esta incertidumbre
de no hallar tu cuerpo,
de revivir en bucle
los pedazos tiernos
de este recuerdo.

Oh, cielo gris y brusco
que derrama las gotas
del mar asesino
que vive justo
sobre su pálida flora,
el déspota reino
que derrama sangre
en mis hojas de adobe.
En su centro se descubre
mi corazón de satén,
color bordó sobre
el claro nocturno.

Pésame y recién
punza mi tinta
el pulso, rehén
de cada lluvia
que te suscita.

Las lágrimas serán
mis manos que tiemblan
sobre arrugado papel,
la tierra que libera
letras que ahí yacen
para esculpir y evocar
tus ojos bajo la luna,
para que siempre
miren si te busca
mi vaho que deja
marcas en ventanas
que no se abren nunca.

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