...

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Dear J
Agradezco ya no estar sentada en la banca trasera. En una esquina putrefacta de aquél infestado lugar rodeado de vacíos, vacíos que gritaban superioridad.

Aprecio no tener que esperar tu mención, ni mucho menos, añorar que tu mirada se posara en mí. Escribir con desespero mientras me moría por dentro para colmar el gran incendio que dejaba tu ausencia, tu desinterés, tu egoísmo.

Algunas veces, apretaba el lápiz en la palma de mi mano para intentar concentrar mi dolor en otra cosa, desafortunadamente, siempre ganaba el dolor de mi latente corazón que solo quería un abrazo. No de cualquiera, solo de unos brazos que imploraban salvación pero que al mismo tiempo, herían a quien intentara curarlos.

Qué dulce agonía es saber que no volveré a verte. Qué gran regocijo es recordar que no compartiremos bancas otra vez ni comeremos juntas. Qué alivio es poder respirar de nuevo sin sentirme culpable porque tú te estabas ahogando.

¿Qué se siente ser amada por una persona dispuesta a entregarte su corazón y que sin piedad lo pisaras e intentaras mostrárselo a todo el mundo?

No recuerdo tu voz ni tu olor. Tampoco puedo recordar tu rostro con exactitud ni el número de pecas que alguna vez conté una por una. Sin embargo, puedo recordar por qué vives y, desgraciadamente, por qué mueres (tranquila, yo jamás le contaría a nadie). Ahora eres una desconocida. Una simple mortal más. Pero, eres la desconocida que conozco mejor que nadie.

Hoy no me duele tu ausencia, la agradezco. No pude salvarte porque ni siquiera me he salvado a mí misma.

Te deseo todo lo que me hiciste. Tómalo como un agradecimiento o como una maldición.

09/junio/202?


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