...

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Palabras más, palabras menos.
Y si mi alma,
que se astilla sin que la toquen,
que –trémula– cae
con la tristeza del gorrión muerto,
que viste un gamulán de nívea pelusa,
se conmueve vivamente,
soportando el golpe tenaz
que nace de enormes preguntas,
no busques –vanamente– su origen
en muñecas perfumadas.
Solo en la palabra se aliviana mi sosiego.


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