...

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Maldita
Amada mía, me encerré en el lúgubre cuarto; donde se encuentran los momentos funestos, de un atardecer siniestro que sin previo aviso, me aniquiló la razón.

Me perdí en mi misma, me cerré al mundo, se perdió la risa, desapareció el sentir de todo lo que existe en mi alrededor, presagiando el aullido de la condena mordaz.

Querida, me volví como aquellos poetas malditos; que solo reciben el nombre por su bohemia existencia, rodeada de tragedia y rebeldía, condenados al exilio del mundano sentir.

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© Kay Diaz.
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