...

3 views

"El Silencio de los Demonio"
La oscuridad se cernía sobre él, espesa y tangible como la propia desesperación. Un demonio de ojos rojos y sonrisa sardónica, emanaba un calor abrasador, y sus garras se extendían hacia el hombre, arañando el aire con un silbido escalofriante. Al otro lado, un ángel de alas blancas y mirada gélida, lo observaba con una expresión de infinita tristeza. Su halo brillaba con una luz fría, contrastando con la furia ardiente del infierno.

El hombre, atrapado en medio de la lucha, se aferraba a su cabeza, gritando un silencioso lamento. Su voz, ahogada por el terror, se perdía en el vacío. El demonio le susurraba al oído promesas de poder y placer, mientras que el ángel, con un susurro apenas audible, le imploraba que se aferrara a la luz.

Su cuerpo temblaba, una batalla interna que lo destrozaba. Cada músculo se tensaba, cada célula clamaba por una salida, por una decisión. ¿Ceder a la oscuridad y entregarse a la tentación, o luchar contra el abismo con la esperanza agonizante de la redención?

El demonio lo empujaba hacia el abismo, prometiéndole una vida llena de desenfreno, mientras el ángel le mostraba un camino de paz, pero un camino que exigía renunciar a todo lo que conocía. El hombre se aferraba a la última esperanza, a la última brizna de luz que le quedaba, buscando una respuesta en el silencio de su propio alma.

Y en ese silencio, el hombre encontró una verdad que le hizo temblar hasta los cimientos de su ser. El silencio no era la ausencia de la batalla, sino el testimonio de una lucha silenciosa. En ese silencio, descubrió que no era el demonio ni el ángel, ni el infierno ni el cielo, quien decidía su destino, sino él.

El hombre cerró los ojos, respiró hondo y en el silencio de su propio ser, tomó una decisión. No elegiría al demonio, ni al ángel, sino a sí mismo. En ese silencio, él era su propio juez, su propio salvador.

Y en ese momento, el silencio se rompió. El demonio se desvaneció en la nada, su calor se esfumó como un eco lejano. La oscuridad comenzó a disiparse, y el hombre sintió una corriente de energía recorrer su ser. La luz del ángel se intensificó, envolviéndolo en un abrazo cálido y reconfortante.

La batalla había terminado, pero no de la manera que él había imaginado. No había sido una victoria sobre el demonio, sino un triunfo sobre sus propios miedos y dudas. En ese instante de claridad, comprendió que el verdadero poder radicaba en la elección consciente de su camino.

El ángel se acercó, su mirada ahora llena de esperanza. "Has encontrado tu verdad", dijo con una voz suave como la brisa. "No se trata de rechazar lo oscuro o lo claro, sino de integrar ambas partes en ti. Solo así podrás ser completo."

El hombre asintió, sintiendo las lágrimas brotar de sus ojos. No eran lágrimas de tristeza, sino de liberación. Había aprendido a abrazar su complejidad, a aceptar que la lucha interna era parte de su humanidad.

Con cada latido, la luz del ángel lo fortalecía y le daba valor. Se dio cuenta de que el camino hacia la redención no era lineal; estaba lleno de giros y desvíos, pero cada paso lo acercaba más a su verdadero yo. Con determinación renovada, decidió avanzar hacia adelante.

Mientras caminaba, el paisaje a su alrededor empezó a transformarse. Las sombras se desvanecían y los colores vibrantes emergían: campos verdes y flores brillantes florecían donde antes solo había oscuridad. La vida comenzaba a renacer a su alrededor.

El ángel lo acompañó en este nuevo viaje, guiándolo con su luz brillante. Juntos exploraron un mundo lleno de posibilidades y maravillas inesperadas. El hombre entendió que su historia no terminaba aquí; apenas comenzaba.

Con cada decisión que tomaba, cada paso que daba en este nuevo camino, se sentía más fuerte y más seguro. Aceptó los desafíos con valentía y celebró las pequeñas victorias con alegría.

Así fue como el hombre dejó atrás el eco del demonio y abrazó la luz del ángel, convirtiéndose en un faro para otros perdidos en la oscuridad. Su viaje se convirtió en una historia de esperanza y redención, recordando siempre que el verdadero poder reside en la elección consciente de ser uno mismo.

Y así, en el silencio que una vez le había atormentado, encontró la música de su vida: un canto a la libertad y al amor propio.


© All Rights Reserved
© maetvitality