Escritor Fantasma
¡Me lleva la chingada! ¡¿Por qué, Dios?! ¿Es mi castigo? Le di tantos ánimos a ella para que cruzara la pinche calle y se llevara sus manuscritos a esa editorial tan prestigiosa, ¡era muy fácil, carajo!
No, no lo era... no lo es.
Se trata de llevar tus tesoros, tus creaciones, tu alma plasmada en papel, delicado y blanco papel. La lluvia puede borrar, romper, desbaratar completamente una obra maestra en poco tiempo. El viento puede llegar a ser tan fuerte que se llevaría todo a través del cielo y la dejaría caer en las manos equivocadas... o patas... o lodo... o mierda. Del fuego ni se diga. Ya lo había enviado todo por correo electrónico muchas veces, pero decía que quizás, si hablaba personalmente con el editor, lo convencería de publicarla. Desconfiaba por completo de la tecnología y de ella misma.
Ella caminó mil veces y se quedó parada ante el semáforo en rojo, verde para el peatón. Sonrió, suspiró, lloró, se decepcionó de su falta de valentía y cayó en mis brazos para agarrar fuerzas.
La acaricié, la besé, le hice ver su propio talento, le hice cosquillas y la hice reír hasta que recuperaba el brillo de sus ojos.
Admiré su entusiasmo y pasión al escribir tantas cosas bellas, pero no fui tan inteligente, debía acompañarla para que tomara mi mano, recuperara la confianza y hablara con el editor de la empresa, mínimo con su secretaria. No tenía idea de lo quebrado que estaba su corazón. Era un fantasma en vida.
No entendí sus indirectas cuando me hablaba de algo conocido como "Ghost...
No, no lo era... no lo es.
Se trata de llevar tus tesoros, tus creaciones, tu alma plasmada en papel, delicado y blanco papel. La lluvia puede borrar, romper, desbaratar completamente una obra maestra en poco tiempo. El viento puede llegar a ser tan fuerte que se llevaría todo a través del cielo y la dejaría caer en las manos equivocadas... o patas... o lodo... o mierda. Del fuego ni se diga. Ya lo había enviado todo por correo electrónico muchas veces, pero decía que quizás, si hablaba personalmente con el editor, lo convencería de publicarla. Desconfiaba por completo de la tecnología y de ella misma.
Ella caminó mil veces y se quedó parada ante el semáforo en rojo, verde para el peatón. Sonrió, suspiró, lloró, se decepcionó de su falta de valentía y cayó en mis brazos para agarrar fuerzas.
La acaricié, la besé, le hice ver su propio talento, le hice cosquillas y la hice reír hasta que recuperaba el brillo de sus ojos.
Admiré su entusiasmo y pasión al escribir tantas cosas bellas, pero no fui tan inteligente, debía acompañarla para que tomara mi mano, recuperara la confianza y hablara con el editor de la empresa, mínimo con su secretaria. No tenía idea de lo quebrado que estaba su corazón. Era un fantasma en vida.
No entendí sus indirectas cuando me hablaba de algo conocido como "Ghost...