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"La Última Cena"
La sangre roja del vino brillaba bajo la tenue luz de las velas, reflejando el rostro pálido de Lord Dracul. Su mirada, aguda como la de un halcón, recorría la mesa repleta de libros antiguos y cálices llenos de un elixir rojo. A su lado, la bella Lady Anne, su eterna compañera, sonreía con labios carmesí, observando el panorama con una quietud que solo podía provenir de siglos de existencia.

Enfrente de ellos, el Conde Vlad, un hombre de mirada sombría y de piel azulada, tragaba con fuerza un sorbo de su copa. En sus manos, un extraño objeto brillaba con una luz verde: una piedra con extraños grabados que se decía tenía el poder de controlar las sombras.

El silencio de la noche se rompió con la entrada de un hombre robusto, armado hasta los dientes. Era Kael, un cazador de vampiros de renombre, y su mirada de furia se clavó en Lord Dracul. "Has llegado tarde, Kael", dijo Lady Anne con una sonrisa cruel. "Pero no te preocupes, la cena te espera".

Kael, sin inmutarse, se abalanzó sobre Vlad, esquivando el ataque de sus compañeros vampiros. Una lucha feroz se desató en la antigua biblioteca, los tres vampiros y el cazador intercambiando golpes con una furia salvaje. La batalla se extendía por entre los libros y los estantes, el polvo de los siglos se levantaba en el aire, mientras los enemigos se golpeaban sin piedad.

De pronto, un grito resonó en la sala. Lady Anne, con la rapidez de un rayo, había logrado arrebatarle la piedra a Vlad, y la energía que emanaba de la gema la envolvía en un aura verde. Con una sonrisa macabra, Lady Anne se lanzó sobre Kael, sus dientes brillando como cuchillas afiladas.

Kael, herido pero con la determinación de un guerrero, levantó su espada y se preparó para el golpe final. La batalla había llegado a su punto culminante, el destino de todos pendiendo de un hilo. ¿Podría Kael vencer a los vampiros y poner fin a su reinado de terror? ¿O sucumbiría a la sed de sangre de Lady Anne?

Con la piedra en mano, Lady Anne sintió un poder abrumador fluir a través de ella. La luz verde iluminó la sala, proyectando sombras danzantes en las paredes, como si los propios espíritus de los antiguos vampiros estuvieran despertando.

Kael, sintiendo la energía que emanaba de la gema, supo que debía actuar rápido. Con un grito de guerra, se lanzó hacia Anne, su espada brillando a la luz del elixir. Sin embargo, Vlad se interpuso entre...