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El alma de la Soledad
EL ALMA DE LA SOLEDAD



Hasta el aroma es una planta que nos muestra el equilibrio 

las ramas en flor palpitan y rompen alegres 

la apariencia tranquila del aire...


     La noche siguiente al día de los muertos mientras buscaba en mi mente alguna idea que escribir, hilando frases inconexas de un traductor alocado, se me cruzó un instante favorecedor lleno de asociaciones que obligadamente me orillaron a buscar el alma de la soledad de un cuento fantástico no nacido, y como siempre se dice que no hay cuento sin historia, al no encontrar nada útil. Me decidí a salir a dar un pequeño paseo por las húmedas calles limeñas pues todo el meollo de una historia no se gesta a punto de suspiros.

     Así que al pasar por un viejo cementerio limeño, me di cuenta que a lo lejos unos jóvenes jugaban entre las tumbas. Curiosa me acerqué para observarlos mejor. Se trataba de algunos tipos con atuendos raros. Góticos creo. Andaban en alguna clase de aquelarre, tenían unas latas ardiendo como mecheros en fogatas, y todos cantaban alrededor. De pronto todos se agacharon y comenzaron a aullar. Es así que mis ojos acariciaron con curiosidad todo lo que observaba hilando mi propio incendio, y así fue que ardiendo desde dentro una a una las palabras fueron acomodándose en mis dedos como un prurito que alimentaba mis pensamientos, y es así que mi pluma empezó a pulsar desde mi bolsillo...

      Yo los miraba desde una distancia considerable, escondida detrás de un viejo árbol que me ocultaba bajo su sombra. Comenzaron a pelearse entre ellos, cual si fueran lobos auténticos. Al ver esas escenas decidí sacar mi nuevo celular y grabar toda esa fantástica comedia. Pero uno de ellos se dio cuenta de mi presencia y corrió hacia mí. Yo comencé a reírme por lo cómico que me pareció un muchacho a gatas mordisqueando mis botines. Pero una mordida más contundente paró mi risa, instintivamente le di una patada, apartándolo. Los aullidos del chico no se hicieron esperar. Llamaron la atención de la manada, vistiendo muy bien la explicación de lo sucedido y prestos acudieron a su auxilio. Ninguno hablaba, solo lamían su rostro con desespero. Luego todas las miradas se tornaron hacía mí.

     Traté de dialogar con ellos pero ninguno hablaba, solo se comportaban como animales. Entre ellos, una mujer que llevaba una piel oscura envuelta en su cuello, dio un agudísimo aullido, llamando a la manada de chicos, instándolos a perseguirme en cuatro patas. Yo corrí con todas mis fuerzas hacía la puerta de salida del cementerio, lo más rápido que me daban los pies. 

     Al voltear para ver si me seguían, me di cuenta que ahora una autentica manada de lobos me perseguía. Al parecer esos muchachos se habían acabado de transformar en animales. Yo no alcanzaba a entender cómo. Las años de estudio me impedían creer en algo fuera de la lógica. Tal vez la magia si existía, o tal vez los súper poderes existen y ellos los controlaban, o habían tomado alguna clase de droga mutagénica. Será que estoy soñando solo en primera persona y en presente indicativo, ése que indica que la acción expresada por el verbo se da en el mismo momento en el que se habla. Aunque, a pesar de ello se dice que el soñador rara vez se ve en sus sueños. Es que no se puede soñar y al mismo tiempo ser objeto del mismo sueño.

     Con las pocas fuerzas que me quedaban me trepé a un árbol. En la copa no me pudieron atrapar. Allí me quedé toda la noche, viendo a los lobos saltar una y otra vez intentando acercarse lo más posible para morderme y tirarme al suelo para que me destrocen a su antojo. Y bien encaramada sobre la rama más alta del mismo corazón del árbol se me estremeció la medianoche, desmenuzando en lenta procesión las horas oscuras. Todas las noches terminan su cansancio y casi al rayar el alba comencé a quedarme dormida, cuando termino de salir el sol ya no escuché movimientos, aullidos ni ladridos, entonces me decidí a bajar. A los pies del árbol me encontré con varios jovencitos vestidos de negro, con sus ropas rasgadas y manchadas por el barro, el pasto y la sangre de unos y otros. En la boca de uno de ellos, un trozo de mi pantalón.

      Cautelosamente los esquivé, y al pasar junto al enterrador este me miró divertido y me dijo que nunca olvidase no meterme en lo que no me importaba, ya que la curiosidad si podía matarme. Yo regrese a casa, y lo primero que hice fue abrir la ducha y alistarme para ir a trabajar, no sin antes abrir mi computador y empecé a escribir todas las palabras que empezaron a acomodarse desde la punta de mis dedos hacia las teclas, tratando de contar todo lo que me había sucedido. Pero debía de seguir trabajando guardar en mi cabeza las mejores frases activadoras para dar inicio a mi historia. A la hora del almuerzo, cuando le conté lo que me había sucedido a mis amigos de trabajo, ellos mirándome de arriba hacia abajo me tildaron de ebria, por ello cuando me volví a mi casa con el alma de la soledad de mis letras en medio de una profunda serenidad que me invadió la existencia llegué a mi habitación y es ahora, hasta la noche cuando pude recién sentarme a terminar de escribir esta historia.

Vuelve el murmullo de los árboles, el silencio del alma de las palabras.

Vuelven las manos lentamente, hacia las teclas en movimiento.

Vuelve la realidad perfecta de tu presencia sin olvido.

Esperanza Renjifo

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