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Desconexión
Cusnando un bebé nace, inmediatamente se enfrenta al impacto brutal de la realidad, lo que lo obliga a desconectarse de su propio ser. A lo largo de nuestras vidas, buscamos constantemente reconectar con esa sensación de unión y seguridad que experimentamos en el vientre materno, una conexión que nos hacía sentir completos y protegidos.

Sin embargo, este anhelo está destinado a fracasar. Aunque buscamos soluciones momentáneas y superficiales, como el sexo, las drogas y las relaciones sentimentales, nos enfrentamos a una verdad dura: siempre estaremos solos y desconectados. Estas soluciones pueden proporcionar un alivio temporal, pero no pueden llenar el vacío existencial que llevamos dentro.

La paradoja del ser humano reside en este perpetuo deseo de una conexión imposible. Buscamos en los demás y en el mundo exterior lo que nunca podremos recuperar. Esta falta, esta carencia constitutiva, es la esencia misma de nuestra condición humana. Y así, nos movemos en un ciclo interminable de búsqueda y decepción, un ciclo que sólo se detendrá con nuestra muerte, el último refugio de la desconexión final.

En esta desesperada lucha por encontrar un sentido, enfrentamos la aterradora libertad que viene con la comprensión de que no hay un orden cósmico que nos garantice esa conexión perdida. Albert Camus planteaba que el suicidio es la única cuestión filosófica realmente seria porque enfrenta el problema central de la vida: si tiene sentido o no. Para Camus, la vida es absurda y carece de significado intrínseco, lo que lleva a la pregunta fundamental de si vale la pena vivir. En lugar de optar por el suicidio, Camus sugiere que debemos aceptar la absurdidad y encontrar nuestro propio propósito, afirmando nuestra libertad y rebelándonos contra la falta de sentido.

Estamos condenados a ser libres, como diría Sartre, pero también estamos condenados a estar desconectados. Esta es la trágica belleza de nuestra existencia, una danza constante entre la esperanza y la desesperación, entre la búsqueda y el fracaso, una danza que define la naturaleza misma de nuestra humanidad.

© Luis Julián Veloz