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Selene y el Psicopompo
En un pequeño pueblo rodeado de colinas y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Selene. Su risa era tan clara como el cielo azul y su curiosidad tan profunda como el océano. Pero un día, Selene cayó enferma, y su luz comenzó a desvanecerse.

Una noche, mientras la luna brillaba con un resplandor suave y las estrellas parpadeaban en el cielo, un psicopompo apareció en la habitación de Selene. Era un ser de una belleza etérea, con alas que reflejaban los colores del cosmos y ojos llenos de compasión.

"Selene," dijo el psicopompo con una voz que sonaba como una melodía lejana, "he venido a guiarte a un lugar donde no hay dolor ni tristeza. Donde podrás correr y jugar libremente entre las estrellas."

Selene, aunque débil, sonrió. "¿Y mi familia?" preguntó con una voz apenas audible.

"Ellos estarán bien," respondió el psicopompo. "Siempre llevarán tu amor en sus corazones, y tú llevarás el de ellos. Y un día, en un tiempo y lugar lejanos, se reunirán contigo."

Con esas palabras, el psicopompo extendió su mano y Selene la tomó sin miedo. Juntos, se elevaron por encima de las nubes, dejando atrás el mundo terrenal.

El pueblo nunca olvidó a la niña que había bailado con las mariposas y reído con el viento. Y aunque su ausencia dejó un vacío, también dejó un legado de amor y alegría que perduró a través de los años.

Y así, Selene encontró paz en los brazos del universo, guiada por el psicopompo que la llevó a casa.


© Benjamin Noir