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"El crepùsculo de la maldición Blackwood"
El viento gélido azotaba el rostro de Elena mientras observaba la figura oscura y moribunda en la nieve. Era Kael, su amado, víctima de una antigua maldición familiar que lo convertía en un ser monstruoso al caer la noche. Un Bicho Nocturno, le llamaban en los oscuros rincones del reino. Durante el día, Kael era un joven apuesto y encantador, pero con la puesta del sol, se transformaba, su piel se oscurecía, garras afiladas brotaban de sus manos y una sed insaciable de sangre lo consumía.

La maldición de los Blackwood, su apellido, se cernía sobre él como una pesadilla. Generaciones de hombres habían sufrido este destino, transformados en bestias nocturnas, víctimas de una diosa vengativa. Elena, sin embargo, se negaba a abandonarlo. Su amor era más fuerte que cualquier maldición.

Su aventura comenzó con el descubrimiento de un antiguo manuscrito en la biblioteca del castillo Blackwood. En él, un secreto para romper la maldición: un ritual sagrado que exigía un sacrificio de corazón puro y una flor de luna, una flor legendaria que solo florecía una noche al año en el Bosque del Silencio, un lugar plagado de criaturas malignas y guardianes sobrenaturales.

Juntos, Elena el ya casi-humano Kael emprendieron un peligroso viaje al Bosque del Silencio. La aventura fue un torbellino de acción: huidas de monstruosas arañas guardianas, enfrentamientos con goblins traicioneros, y escapadas de los espíritus malignos que acechaban cada rincón del bosque. Elena, valiente y astuta, usaba sus conocimientos de herbología y su ingenio para proteger a Kael de su propia maldición y de los peligros del bosque. El amor de ambos se fortalecía con cada obstáculo superado.

A medida que el sol se ponía y la transformación de Kael se acercaba, Elena tenía que mantenerlo a salvo, a veces, luchando contra su propia bestia. Era un equilibrio delicado, una danza entre el amor y el horror.

Finalmente , tras horas de peligros y desafíos, llegaron al corazón del Bosque del Silencio. Allí, un claro iluminado por la luz de la luna reveló la flor de luna, su pétalo brillante irradiando una energía mágica. Sin embargo, justo cuando Elena se acercó a recogerla, una sombra oscura emergió entre los árboles: un guardián ancestral que custodiaba la flor.

“¿Qué osadía es esta?” rugió la sombra, con una voz que resonaba como un trueno. “Nadie puede tocar la flor sin enfrentar su destino.”

Elena, con el corazón latiendo con fuerza, se adelantó. “No venimos a robarla. Venimos a romper una maldición y salvar a un alma inocente. ¡Por favor! Necesitamos esta flor para liberar a Kael.”

El guardián observó...