...

1 views

Su último respiro
Sigo presionando su herida con fuerza, sintiendo como su calor se escapa lentamente, derramándose entre mis manos. Su sangre es tan tibia y pura, de un vibrante color rojo carmín. Es un espectáculo que me parece tan hermoso, pero a la vez, aterrador y asfixiante.
Los segundos pasan, transformándose en minutos, mientras sigo pensando qué hacer. Con cada pensamiento, cada palabra que ronda por mí mente, cada idea que surge, mí respiración se acelera, y mí corazón late con más fuerza y velocidad. Un monstruo de exasperación se arrastra desde la boca de mí estómago, pasando por mis pulmones y corazón, hasta llegar a mí garganta, quedando alojado allí, sin que pudiera hacer algo para removerlo. Lentamente, siento un fuerte hormigueo en mis manos. Las miro, completamente manchadas en su sangre, mientras tiemblan. A pesar de estas sensaciones desagradables que azotan mí cuerpo en estos momentos, no me arrepiento de lo que hice...
Mientras continúo absorto en mis pensamientos, sucumbiendo a la lenta y agonizante desesperación, su rostro comienza a empadilecer. El tiempo se ralentiza, junto con sus signos vitales, lentos y casi imperceptibles. La vida de ella se agota, llegando a su fin, y no puedo, ni debo de hacer algo para detenerlo.
Comienzo a percatarme del dulce y suave aroma del árbol que se encuentra arriba de nosotros. Un cerezo, su favorito. Todo en él es tan pacifico y relajante, que me permito gozar de su tranquilidad, al menos por un instante. Esta agradable sensación entra por mí nariz, expandiéndose por mí interior, calmando un poco mi mente aturdida como mi corazón agitado. Pronto vuelvo a la realidad... ¿Cómo he de permitirme un minuto de paz si soy yo el causante de que ella se encuentre en este estado?
El determinante y cruel recordatorio de mis actos se encuentra a poca distancia de nosotros. Mí cuchillo, cubierto aún en su sangre ya seca. Debo de arrojarlo más lejos, tanto, que luego se me olvide lo que hice. Al verlo, siento como mí corazón se estruja nuevamente, y aunque me duela, se que era necesario que lo hiciera. No podía permitir que el delegado de la clase se quede con ella, el no le conviene. Era yo, siempre lo fui. Pero lamentablemente ella no llego a comprenderlo. Tuve que tomar ese cuchillo y acabar con su vida, aunque también significaba matar una parte de mí, pero era un pequeño precio a pagar por su bien.
Finamente, después de unos minutos que me parecieron horas, esto llega a su fin. La sangre deja de fluir, quedando su cuerpo frío e inmóvil, y puedo sentir su última respiración, únicamente mía: Un honor, que ella me concedió a mi presenciar.
En el dueño de su último respiro, en eso me convertí, solo eso alcancé y conseguí. Un pequeño hecho tan delicado, frágil, y hermoso, como ella..