...

2 views

La Brújula Maldita (V: FINAL)
Capítulo 5 - La Isla Calavera

El Ave Fénix, navegando bajo un cielo nublado, se acercó a una isla rocosa y escarpada. La brújula maldita, que había guiado a Anabella y su tripulación hasta este punto, vibró con fuerza en su mano:

"¡Hemos llegado!, dijo Anabella, emocionada."Esta debe ser la Isla Calavera, donde está enterrado el tesoro del abuelo Barbanegra."

La tripulación estalló en vítores, contagiada por el entusiasmo de Anabella. Habían atravesado mares tempestuosos, luchado contra monstruos marinos y derrotado a piratas rivales. Finalmente, estaban a punto de alcanzar su objetivo.

"Busca la isla con forma de Calavera, donde la brújula se vuelve loca", recordó Jack "El Negro" Sparrow. "Sigue el canto de las sirenas, y encontrarás la entrada a la cueva secreta."

El Ave Fénix se acercó a la isla con cautela. Anabella, Jack, "Ojo de Halcón", "El Doc" y "La Viuda Negra" desembarcaron en la playa. Detrás, en un segundo bote, llegaron otros cinco hombres de refuerzo, todos armados hasta los dientes y listos para enfrentar cualquier peligro.

La isla era un lugar inhóspito, lleno de rocas puntiagudas y vegetación densa. En el aire se respiraba un aura de misterio y peligro. Anabella, brújula en mano, avanzaba al frente.

"Debemos tener el oído atento a partir de este momento", susurró "La Viuda Negra" que marchaba junto a "Ojo de Halcon" a unos pocos pasos de Anabella y Jack. "Tal vez pronto podríamos escuchar el canto de las sirenas."

La jungla que rodeaba a la expedición de diez hombres de Anabella era un laberinto de vegetación exuberante y sonidos exóticos. Los árboles gigantes, cubiertos de lianas y epífitas, formaban un dosel verde que bloqueaba la luz del sol. El aire era húmedo y denso, cargado de aromas a tierra mojada, flores silvestres y frutas tropicales.

De vez en cuando, un loro de colores brillantes cruzaba el cielo con un graznido estridente, o un mono aullaba desde lo alto de las ramas. El sonido de los insectos era constante, los zumbidos y chirridos llenaban el aire.

Anabella, con la brújula maldita en la mano, guiaba a su equipo por la senda serpenteante. La brújula, que había sido errática durante todo el viaje, ahora apuntaba hacia el norte con una firmeza inesperada.

"No hay duda alguna", susurró Jack Sparrow, muy cerca de Anabella, "la brújula nos está llevando al tesoro."
De repente, un canto melodioso llenó el aire. Era un canto dulce y seductor, que provenía de las profundidades de la jungla. Los hombres se detuvieron y escucharon, embrujados por la belleza de la melodía.

"Son las sirenas," dijo "La Viuda Negra" con una voz reverente. "Nos están guiando a la cueva secreta."

El canto se fue intensificando, atrayendo a los hombres hacia su origen. La brújula, sin embargo, comenzó a enloquecer, girando erráticamente en la mano de Anabella.

"¡Cuidado!" exclamó "Ojo de Halcón", señalando hacia adelante. "Hay una emboscada."

Efectivamente, un grupo de piratas, liderados por el temible Capitán Araña, emergió de la jungla. Los piratas estaban armados con espadas, pistolas y machetes, y tenían una mirada feroz en sus rostros.

"¡Fuera de aquí, ratas!", gritó el Capitán Araña. "¡Este tesoro nos pertenece a nosotros!"

Anabella se enfrentó al Capitán Araña, con la brújula maldita en una mano y la espada en la otra.

"Este tesoro le pertenece a mi abuelo Barbanegra", dijo con voz firme. "Y yo soy su heredera legítima. No lo tendrás."

La batalla comenzó. Los hombres de Anabella lucharon con valentía contra los piratas, pero eran superados en número. "Ojo de Halcón" disparaba sus flechas con precisión mortal, derribando a los piratas uno por uno. "La Viuda Negra" se abría camino entre los enemigos con su fuerza bruta y su ferocidad.

Anabella y el Capitán Araña se enfrentaron en un duelo feroz. Sus espadas chocaron, las balas silbaron y los gritos de dolor resonaron en el aire. Finalmente, Anabella logró desarmar al Capitán Araña y lo acorraló contra un árbol.

"Se acabó, Capitán Araña", dijo con voz firme. "Has perdido."

El Capitán Araña sonrió con una mueca retorcida.

"¡No has ganado nada!" exclamó. "¡El tesoro está maldito! ¡Traerá desgracia a todos los que lo toquen!"

Anabella no se dejó intimidar. Levantó su espada y la hundió en el pecho del Capitán Araña. El pirata cayó al suelo, muerto.

Los piratas restantes, desmoralizados por la muerte de su líder, huyeron a la jungla.

Anabella y su equipo se reunieron en torno al cuerpo del Capitán Araña.

"Hemos ganado", dijo Anabella con una voz cansada. "Pero a un alto precio."

"No fue en vano, capitana", dijo "Ojo de Halcón". "Hemos protegido el tesoro de Barbanegra y hemos demostrado nuestro valor."

Anabella asintió con la cabeza. Se dirigió hacia el lugar donde la brújula maldita había comenzado a marcar. Allí, en el suelo de la jungla, había una abertura oscura que conducía a una cueva.

"Esta debe ser la cueva secreta" dijo Anabella. "Entremos."

Los hombres de Anabella la siguieron con cautela hacia el interior. La cueva era oscura y húmeda, y el aire era frío y pesado. Las paredes estaban cubiertas de musgo y estalactitas.

Anabella avanzó hacia el centro de la cueva, guiada por la tenue luz de las antorchas que llevaban. La brújula maldita, que ahora se mantenía inmóvil en su mano, la conducía hacia un pedestal de piedra que se erguía en el centro de la estancia.

Al colocar la brújula sobre el pedestal, un zumbido mágico recorrió la cueva. Las paredes de piedra comenzaron a brillar con una luz tenue, revelando un tesoro inmenso escondido tras ellas. Montañas de oro y plata relucían en la oscuridad, junto a cofres repletos de gemas de todos los colores. Diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas brillaban como estrellas, creando una escena deslumbrante.

Los hombres de Anabella quedaron boquiabiertos ante la vista del tesoro. Era una riqueza incalculable, más allá de sus sueños más salvajes.

"Por Barbanegra", susurró "El Doc", conmovido por la grandeza del tesoro.

Anabella, sin embargo, no se dejó cegar por el brillo de las joyas. Recordó las palabras del Capitán Araña sobre la maldición y sabía que el tesoro no solo era una fortuna, sino también una responsabilidad.

"Debemos ser prudentes," dijo con voz firme. "No podemos quedarnos con todo este tesoro. Lo repartiremos entre todos y usaremos el resto para ayudar a los más necesitados"

Los hombres de Anabella la miraron con admiración. No solo había demostrado ser una líder valiente y capaz, sino también una persona compasiva y justa.

Pasaron varios días transportando el tesoro fuera de la cueva y hasta el Ave Fénix. Una vez a bordo, compartieron una parte entre ellos, lo suficiente para asegurar su futuro. Con el resto, zarparon hacia el puerto más cercano y lo donaron a las autoridades para beneficio de los pobres y necesitados.

De esta aventura, Anabella y su tripulación aprendieron valiosas lecciones. Habían enfrentado peligros y superado desafíos, habían comprendido la importancia de confiar en sí mismos y en los demás. Pero, sobre todo, habían descubierto que la verdadera riqueza no reside en el oro y las joyas, sino en la amistad, la lealtad y el trabajo en equipo.

El Ave Fénix, con las velas desplegadas, se alejó de la Isla Calavera, dejando atrás el recuerdo de la cueva secreta y el tesoro de Barbanegra. Anabella miró hacia el horizonte, hacia nuevas aventuras que le esperaban a ella y a sus fieles compañeros

La brújula maldita, que ahora brillaba con una luz pura, colgaba del cuello de Anabella. Ya no era un instrumento del mal, sino un símbolo de su valentía, su determinación y su capacidad de liderazgo.

La aventura de La Brújula Maldita había terminado, pero la leyenda de Anabella, apenas comenzaba.

FIN

© Roberto R. Díaz Blanco