...

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Olvido
Uno puede llorar, maldecir y culpar a otros por ese minúsculo momento de la cruel existencia en el que fueron arrojas sin piedad por la borda, todos y cada uno de esos sueños, que por unión del propio tiempo se promulgaron con firmeza ante el Tyche. Pero nunca, al menos en la mediedad del espacio presente llamado comúnmente vida, deshacer los instantes clavados con emoción en los paneles memorísticos.
Al menos esa fue la impresión de aquel donadie del tren verde al que suelo asistir entre farfulleos mañaneros y hambrunas dolorosas por el maldito desempleo que se toma los pobres cuerpos endebles del capital humano.
Era uno más Alejandra,
casi como tú o como yo.
Si tan solo tú, mi luz, pudieras comprenderme y apreciar este fugas aliento fétido de mis mugrientas fauses humerescas y pudieras escucharme.
Nos arrastra Alejandra, la indiferencia nos arrastra.

Será demasiado tarde como siempre
será demasiado casual cuando recuerdes esto una noche cualquiera, en un barrio cualquiera, con un amor de espera cualesquiera con las instancias extrañas de tu Yo.
Extraño e inolvidable Yo.


Antonio Adames.