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ALTER EGO
No sé si esta sea una buena o una mala historia, tal vez esta sea la historia más patética de las historias patéticas . Probablemente mi historia sea la mas aburrida de las historias aburridas.
Mi vida está llena de rutinas aburridas, de pocos hechos importantes o mejor dicho; ni un solo hecho importante, pero aún así me atreveré a relatar mi corta historia en estos leves capítulos de mi vida. Trataré de no extender demasiado mis párrafos para evitar abrumar demasiado al lector, o al que escucha esta corta historia omitiendo los hechos menos relevantes y poniendo solo lo de mayor importancia o bien, lo que yo considero que debe de formar parte de esta, mi historia.

Mi nombre es Javier Alexander Martinez Bueno y tengo 21 años de edad, vivo en la ciudad de Buenos Aires Argentina y curso tercer semestre de la escuela preparatoria Faustino Sarmiento, esto es del presente año 2021.

Puede que mi vida sea aburrida y tal vez más que la de otras personas, soy un chico introvertido y bastante reservado, mi día a día es una rutina diaria; me despierto cada mañana temprano para irme al colegio: me levanto de la cama, me visto con mis ropas del colegio, un uniforme azul marino con un chaleco gris oscuro con una playera a mangas largas del mismo color que el pantalón, en fin... Tenemos apariencia de meseros o de ballet parking. Bajo a desayunar y después de lavarme los dientes tomo el autobús en la esquina para irme al colegio. Después de salir de clases tomo nuevamente el autobús y voy de regreso a casa y estoy de vuelta con mi aburrida rutina y así mismo cada día sin falta excepto sábados y domingos, que es cuando puedo disfrutar de un momento libre y divertirme un poco: hacer tarea, tal vez ver una peli si es que dispongo de suficiente tiempo para ello, dormir otra vez, escuchar música, jugar en línea, ver videos de YouTube, dormir nuevamente para después de eso darle paso otra semana más al bendito lunes, quizás el resto de la semana pueda conversar con mis pocos conocidos unos minutos al día después de hacer las tareas, despertar, desayunar, ir al colegio, volver a casa, hacer tarea nuevamente y así lo mismo en un bucle sin final, es mi forma de explicar qué nada interesante puede salir de la vida aburrida de una persona aún mas aburrida que su vida misma; mi absurda y aburrida historia .

Mi niñez no fue muy diferente a mi adolescencia y mi edad actual.
Haciendo memoria, llega a mi mente el recuerdo cuándo llegó mi primer día en el jardín de niños a eso de mis primeros cinco años de vida.
Llegamos en coche al kinder, mi mamá y yo bajamos del coche y entramos el jardin de niños, nos dirigimos hasta la dirección de la escuela y mi madre habló con una maestra, mas no supe de qué trató dicha conversación, pues yo estaba demasiado entretenido mirando los dibujos de dinosaurios que había en la pared (amo los dinosaurios) había triceraptors, tiranosaurios, plesiosaurios entre otros y por eso no presté atención a la plática entre la directora y mi madre. Después de eso nos dirigimos hasta un salón de clases, mamá tenía que irse pero yo no quería separarme de ella, me daba un inmenso miedo separarme de mi madre, quien desde ese entonces ya consideraba como mi lugar seguro; mi zona de confort, no hice nada por retenerla más tiempo, sabía que ella tenía cosas que hacer y por ende ya sabía que era hora de dejarme solo en ese lugar, estaba creciendo y necesitaba aprender a hacer nuevas cosas. Al final ella se tuvo que ir y yo me quedé sentado en una de las sillas del salón rodeado de varios niños. Habían varios que estaban llorando pues no se querían quedar ahí, deseaban inmensamente no separarse de sus madres , tambien era una nueva experiencia para ellos . Pensé que sería un mal lugar, que los maestros me tratarían mal y que los niños me pegarían, pero no fue así, fue bastante entretenido ese día, supongo que mi hermano me hizo sentir miedo pues me decía qué cosas como las mencionadas anteriormente me iban a suceder, y mi imaginación que desde ese entonces era de pensamientos negativos qué, alimentados por las palabras de mi hermano me habían hecho una mala jugada haciéndome sentir un temor inmenso, pero mis perspectivas de lo que sería aquel primer día fueron rotas y mi pesadilla se convirtió en un eterno jardín de juegos, o al menos así lo pensé

Recuerdo que mi maestra, quien dijo llamarse Alva nos dio plastilinas de Play-do para moldear figuras de animales con el cual yo hice una figura de un brontosaurio y después nos dio cubos de lego para jugar a armar cosas conforme a nuestra imaginación, ese fue nuestro primer día, mejor de lo esperado, divertido y entretenido.
Pasaron los días y ya veía el jardín de niños como si fuera un parque de diversiones, todo era jugar con juguetes, plastilinas y cubos de lego de todos colores y tamaños.
Todos los niños en el recreo jugaban a lanzar la pelota, a balancearse en el columpio o deslizarse por la resbaladilla, yo tan solo me limitaba a estar sentado desde una esquina de algún salón en completa soledad mirando jugar a los demás, me emocionaba tanto verlos jugar que hasta podía sentir que era parte de sus juegos y que yo jugaba con ellos, pero ni ellos me invitaban a jugar ni yo me acercaba a ellos, no sé si sería por pena o o por qué otro motivo, en ese entonces era yo muy pequeño y no sé que es lo que pensaba en ese momento.

Pasó ese año entero, sin un solo amigo, me gradué de ese ciclo y entré a primaria, me llevó mamá hasta mi salón y había varios niños jugando dentro y varios padres platicando con el profesor del salón, me sentía nervioso, era mi primer día de clases en una nueva etapa escolar, en el jardin de niños todo era jugar y pintar o armar cosas, pero sabía que en la primaria se tenía que aprender cosas difíciles y también sabía por mi hermano que dejaban tarea. Mi hermano Hugo asistía a sexto grado de primaria, y cada tarde lo veía haciendo sus tareas y aprendiendo cosas difíciles que yo no entendía, aunque por otro lado, a veces los llevaban a pasear a algunos lugares del pais, museos, parques, lagunas etc y eso era lo que más me emocionaba.

Cuando nuestras madres y padres se fueron y comenzó la clase se cerraron las puertas y el profesor se paró delante de su escritorio y se presentó, dijo llamarse Adán mendoza y comenzó a preguntarnos nuestros nombres a cada uno de nosotros y nos preguntó cuantos años teníamos y qué nos gustaba hacer o cual era nuestra comida favorita.
Despues de eso el profesor nos leyó un cuento, en realidad era una parábola qué yo no entendí, y al terminar de contarlo nos preguntó que si sabíamos cuál era el mensaje de dicho relato. Nadie supo responder, no supe si fue por timidez o por que de verdad no supimos que responder, el mismo dió la respuesta, desconozco lo que dijo , eso pasó hace muchos años.
Despues de eso salimos al recreo, había muchos niños, chicos y grandes jugando por doquier, miraba a los niños jugar a juegos de pelota y de escondite, yo en cambio estaba sentado en la acera de afuera del salón, mirando aquí y mirando allá, cuando de pronto, sin pedirlo ni presentirlo, ante mí vi pasar a alguien, era una niña de cuerpo menudo y piel pálida, era el ser más hermoso que en la vida había visto, con un cabello oscuro y brilloso que le llegaba poco mas abajo de sus hombros, sus mejillas eran adornadas por dos rubores colorados, iba acompañada de otra niña no tan agraciada como ella, no lo había notado pero ambas estaban en mi salón, me dí cuenta de ello cuando volvimos a clases, ella estaba junto a su amiga en la ultima fila del lado derecho mío casi pegado a la pared, se veía muy sonriente y platicaba mucho con su amiga, yo no conocía a nadie de allí, todos conocían a alguien excepto yo. No había visto un rostro conocido en todo el día, ni siquiera el de mi hermano, sabía cuál era su salón pero me dio miedo ir hasta donde él y solo me quedé sentado afuera del salón. Al cabo de algunos días fui conociendo a mis compañeros de salón, eramos 24 en total, más niñas que niños, pero había una niña en especial, una a quien no dejaba de ver ni de pensar y de quien por fin sabía su nombre; Lorena , tan bonita como su bello nombre, era la hija del profesor de sexto grado y su sobrina se llamaba Guadalupe, de sobrenombre Lupita, es la niña con la quien la había visto días atrás, había tres compañeros en especial que me agradaban mucho, nos hicimos amigos y jugabamos en el recreo; Dorian quien es un año mayor que yo, él me habló desde el segundo día para pedirme un sacapuntas y nos hicimos amigos, después al día siguiente mientras jugabamos con un balón de fútbol a pasarnos la pelota un niño se acercó y nos preguntó si podía jugar, se llama Adrián y a él se le unió Luis, desde ese día nos juntabamos en hora de receso y nos ibamos a jugará a la pelota. En nuestros juegos de escondidillas se unían varios niños más incluidas Lorena y Lupita, su prima además de otras niñas de varios salones y de nuestro salón, nos llevábamos todos bien, pareciese que habíamos sido amigos siempre.
Tuve una hermosa infancia, lastima que se acabó tan solo seis años después.
Pasaron esos seis años y por fin llegó el turno de entrar a la escuela secundaria.
Al terminar la primaria nuestro pequeño grupo de amigos se distanció, algunos porque habían ido a otras escuelas y los que habían quedado en la misma se dejaron de hablar simplemente porque la mayoría de ellos habían sido reemplazos por nuevos amigos, en fin... Fuimos sustituidos por nuevos compañeros. En la secundaria me tocó coincidir con Luis y Guillermo, dos chicos de mi curso en la primaria pero estos ya habían conseguido nuevas amistades en ese nuevo ciclo escolar y dejamos de frecuentarnos, aunque cada que nos mirábamos nos lanzabamos un saludo pero esto acabó en poco tiempo, a pesar de que ya llevábamos un mes en esa nueva etapa yo aún no lograba conseguir un nuevo amigo, no supe por qué a ellos les pareció tan fácil eso.
Solía quedarme en el receso sentado bajo un arbol leyendo un libro, como si estuviera repitiendo mi estancia en el jardín de niños, me la pasaba nuevamente viendo a los demás niños jugar, yo deseaba unirme a ellos pero no me invitaban y sentí que sería inoportuno unirme a ellos.
Había unos chicos de segundo grado, eran muy unidos, cada receso la pasaban juntos, bromeaba, reían, luchaban entre ellos, se llamaban Eric y Ramón, siempre se juntaban con otro chico de nombre Arnoldo, les veía constantemente molestar a otros chicos menores que ellos y por su puesto que yo no fui la excepción pues mi actitud tímida era un indicativo de que yo era una presa perfecta para sus juegos de poder, de estos últimos Arnoldo parecía ser el lider del pequeño grupo.
Ellos hicieron que mi estancia en el colegio se volviera un calvario, en ocasiones me quitaban la mochila y se la lanzaban entre ellos, en otras ocasiones me aventaba globos con agua qué al golpearme se reventaban y yo quedaba empapado.
Estaba yo en mi plena pubertad y mi voz comenzaba a cambiar, era muy chillante, y me hacían burla por ello.
Me comenzaron a llamar,,
"el voz de corneta" . Rápidamente los demás me comenzaron a llamar de esa manera en lugar de por mi nombre, me molestaba eso y hasta el dia de hoy ellos me siguen llamando de igual manera cada que me los topo en la calle por casualidad, lo cual es bastante incómodo.
En una de esas veces en que robaban mi mochila ellos me dijeron que buscara en los tambos de basura y efectivamente, era verdad. Ya lo esperaba, los conocía bastante bien como para no creer en lo que me habían dicho. Encontré mi mochila en uno de los contenedores de basura de la escuela . Así tuve que soportar los seis semestres siguentes hasta graduarme de secundaria.
No tenía amigos, mi ego estaba lastimado, estaba aburrido de mi vida, cansado de estudiar y estudiar, cansado de estar siempre en casa. En esos tres años que duró mi curso en la secundaria no volví a ver a Lorena ni a mis antiguos amigos de primaria, aunque sí me tocó coincidir con algunos del jardín de niños, terminó aquel tormentoso ciclo y me sentí feliz de que todo aquello por fin había acabado, ahora llegaba el tiempo de prepararme para estudiar algo que me gustara, había entrado a preparatoria , una nueva etapa en un nuevo lugar, tal vez sería mejor que el ciclo pasado aunque de eso no tenía muchas esperanzas.
© Manuel Andrés Pérez