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Fotografía
“Te amaré hasta que mi corazón deje de latir, te buscaré hasta que mi corazón vuelva a vivir, te
cuidaré hasta que vuelvas a sonreír.
Nadie entiende nuestro amor, pero estoy segura de que si reencarnamos en otra vida, podremos vivir nuestra pasión sin las miradas puestas en nosotras. Te buscaré y te encontraré amor mío, te lo prometo.
Lorraine”.

Aquella dedicatoria se encontraba escrita al reverso de la fotografía que Leonardo había comprado años atrás en un viejo mercado de pulgas en Tijuana.

Desde que vió esa vieja fotografía en blanco y negro, algo dentro de él lo impulsó para comprarla, como si de un imán se tratara.

Aún tenía el recuerdo vívido de aquel día. Habían pasado ya cinco años, pero en su memoria, parecía que había ocurrido ayer.

Leonardo viajó por un asunto de trabajo a Tijuana y como era de esperarse, cuando se enteró de la existencia del mercado de pulgas, no pudo evitar la emoción de asistir para comprar algún objeto interesante como un"souvenir" de su viaje.

Tenía una obsesión con comprar vinilos viejos, algunas pinturas extrañas o cámaras antiguas, pero comprar fotografías viejas no era como se dice, su principal "tesoro desenterrado" a pesar de su profesión como fotógrafo, pero no se imaginó que cambiaría por completo su futuro aquel hallazgo. Le revelaría los misterios que escondía el alma.

Cuando llegó al puesto de un señor regordete y calvo, sus ojos se posaron rápidamente en una caja de madera que contenía muchas fotografías de varios tamaños, en blanco y negro y otras a color, de familias, parejas y matrimonios, algunas viejas y otras más recientes. Intentó concentrarse en otros objetos, como una lámpara de lava o en un espejo de plata, pero siempre regresaba al mismo punto, la caja de madera.

- Veamos qué puedes encontrar aquí - se dijo y caminó hasta la caja. Comenzó a observar fotografía por fotografía hasta llegar a una en blanco y negro, y que estaba un tanto maltratada. Mostraba a dos bellas mujeres abrazadas con las mejillas muy juntas una de la otra. Una de las mujeres por el tono del cabello parecía ser rubia y de ojos claros, la otra era morena y de ojos oscuros. Ambas eran delgadas y sus ropas eran muy elegantes. Parecía que la fotografía había sido tomada en un jardín por allá de la muy lejana década de 1930.

Leonardo se quedó observando la fotografía por un largo rato, hasta que sus pensamientos fueron interrumpidos por el dueño del puesto.

- Te la vendo por un dólar - le mencionó.

-¿Cómo? - apenas logró despertar de su trance.

- La fotografía. Si la quieres, te la dejo a un dólar - insistió el hombre.

- No quiero comprarla, solo la observaba - respondió apenado.

- Pensé que eras estudiante. Verás, consigo este tipo de fotografías porque las vendo a estudiantes de arte y fotografía. Les encantan este tipo de cosas...

Leonardo estuvo a punto de regresar la fotografía a la caja, pero algo se lo impedía. Sentía que conocías a aquellas mujeres. Sentía un escalofrío recorrerle por la espalda cuando miraba a la chica morena y sentía un sentimiento indescriptible en el pecho cuando miraba a la rubia.

- De casualidad, ¿Sabe quiénes son? - Leonardo le mostró al tipo las dos mujeres.

Sin prestarles atención le contestó algo enojado.

- ¡Qué voy a saber! - se encogió de hombros -. Yo solo le compro cosas a la gente rica. Pareciera que a ese tipo de gente no les importa nada más que el dinero, tanto que son capaces de deshacerse de fotografías familiares.

Leonardo guardó silencio y volvió a echar otro vistazo a la fotografía.

- Te la vas a llevar ¿sí o no? - el hombre comenzaba a desesperarse.

- De acuerdo, no tiene por qué presionar - sacó de su bolsillo el dólar y se lo entregó.

Se alejó del puesto un tanto desanimado. No era una compra que le emocionara, más bien, sentía que cargaba algo muy pesado y difícil de describir.

En otro puesto donde vendían electrónica, observó a un joven que buscaba algo entre las baratijas. Le llamó la atención, pero no sabía entender por qué. El chico tomó un porta retratos digital, pagó y se fue. Leonardo lo vió partir sin siquiera poder acercarse a él. ¿Por qué querría acercarse a él? ¡Para nada lo conocía!

Recordó toda esa experiencia mientras esperaba que sus mercancía se vendieran en el mercado de pulgas de su ciudad. Siempre que necesitaba dinero, vendía cosas que ya no necesitaba, y de paso, adquiría otras que le eran de utilidad o eran compras por mero gusto.

- Fue el día más extraño de toda mi vida - pensó mientras volvía a observar nuevamente la fotografía que ahora siempre cargaba con él.

Desde aquel día no salía de casa sin esa fotografía. A donde sea que fuera, siempre lo acompañaba como si en cualquier momento, en cualquier lugar que pisara, encontraría a Lorraine - aunque no sabía cuál de las dos mujeres era - o a la otra chica.

De pronto, sus pensamientos revueltos fueron interrumpidos por un chico que se acercó a su puesto para observar un par de bocinas para tocadiscos. Las inspeccionó con cuidado, mirándolas con detenimiento.

¡No podía ser él!

Leonardo lo reconoció de inmediato. Era el mismo chico que había visto en Tijuana hace más de cuatro años atrás. ¿Cómo era posible?

El joven no se encontraba solo, con él se encontraba una bella jovencita de ojos marrones oscuros, cabello ondulado y castaño, piel blanca rosada y complexión delgada. La joven no se percató de su presencia, pero Leonardo sí.

No podía ser ella, era una locura. Sentía que estaba perdiendo la razón con tan solo verla.

- ¿Son como las que buscabas? - la bella mujer le preguntó al chico que por el parecido físico, Leonardo dedujo que era su hermano o por lo menos, algún otro familiar.

- Sí, justo lo que buscaba - el joven le respondió sonriente y muy emocionado - es el modelo que he estado buscando.

Leonardo estaba embelesado y a su vez asustado por la presencia de la chica, ¡Era ella!

Desde que era muy pequeño, a Leonardo se le presentaba por medio de sueños una niña de su misma edad. Conforme él iba creciendo, aquella pequeña iba creciendo junto con él, convirtiéndose en mujer. Durante mucho tiempo pensó que estaba loco y no creyó conveniente contarle a alguien sobre aquellos sueños tan confusos.

Si era honesto consigo mismo, se había enamorado de ella, de su amiga "imaginaria", su cómplice, su musa, su amor. Era imposible que ahora estaba justo frente a él, que existiera en carne y hueso. Creía que solo era producto de su mente. Una manifestación provocada por su soledad.

- Mo... Mo... ¿Mónica? - se acercó a la muchacha con nerviosismo, sin saber cómo actuar.

Mónica era el nombre con el que había bautizado a su "amiga" de sueños. No sabía de dónde lo había sacado o como había pensado que ese era un nombre apropiado para aquella manifestación. Un día creyó que era el indicado y lo utilizó.

Era estúpido que se acercara a hablarle a una chica que creía conocer, y peor aún, tomarse el atrevimiento de llamarla por un nombre que probablemente no era.

La joven respondió a su llamado clavándole la mirada con los ojos completamente abiertos. Estaba igual de sorprendida que él.

-¿Leonardo? - preguntó sin titubear.

Lo observó con detenimiento y se acercó a él. Su mirada se apartó de su rostro para clavarse en su mano que sostenía la tan mencionada fotografía. Con la sorpresa, Leonardo había olvidado que la sostenía.

-¿Cómo sabes mi nombre? - Leonardo se sentía aturdido.

El joven que acompañaba a la chica los miraba desconcertado, sin entender qué estaba pasando. Dejo las bocinas para poner atención en lo que estaba ocurriendo.

- La fotografía - ignoró su pregunta - ¿Es tuya?

Leonardo asintió sin poder decir algo más.

Mónica se acercó y la tomó con suavidad. La observó por unos minutos y cuando por fin pudo regresar en sí se la mostró indicando con el dedo índice a la chica rubia.

- Esta mujer, soy yo - sonrió -. Esta otra - indicó a la mujer morena - eres tú.

- ¿Qué? - Ahora sí Leonardo estaba a punto de desmayarse.

- Antes mi nombre era Marion - Mónica insistía ignorando el semblante de Leonardo.

- Pero como... ¿Cómo sabes eso? - sentía que le temblaban las piernas.

- Nunca pensé que pasaría esto. Nunca me imaginé que te encontraría, pero lo hice y ahora me siento completa - dejó la fotografía sobre las bocinas y se acercó para robarle un beso a Leonardo.

El beso le tomó por sorpresa, pero de pronto sintió que todo tenía sentido. Sentir sus labios le había provocado algo más que solo un sentimiento o placer. Le había abierto la puerta a la verdad. Dentro de él, buscando en lo más profundo de sus recuerdos, reconoció aquella sensación, aquel sabor. La reconoció a ella, sin lugar a dudas y cuando lo hizo, la tomó por la cintura y se dejó fundir en aquellos labios que en toda su vida le habían hecho falta. Por fin estaba completo. Por fin había cumplido su promesa hecha años atrás.

© LaGarbot