El Obispo Javier, un hombre curtido por años de servicio y escepticismo creciente, suspiró. Un caso inexplicable, había dicho el médico forense, un hombre joven con la mirada cansada. "No hay signos de violencia física, salvo las heridas de la crucifixión, pero… no hay sangre. Es inexplicable."

El Obispo había sido llamado al pueblo hace unos días, ante el pánico de los habitantes. Una niña, convulsionando, hablando en lenguas desconocidas, con ojos que parecían arder en un fuego infernal. Los habitantes, supersticiosos y atemorizados, estaban convencidos de que estaba poseída. El Obispo, aunque dudaba,...