piel capítulo 1
Es difícil de explicar pero, en el fondo, todo no tiene sentido, las cosas son como nubes de polvo que desaparecen en los ojos y hace que las pesadillas tomen forma. Creo que me estoy volviendo loco y la muerte va dos pasos por delante de mí. Ya no estoy seguro de nada y no sé muy bien en qué pensar.
Ahora convivo con unos amigos que conocí en el trabajo, mi nombre es Javier y trabajo en una residencia. A veces pienso que no es el mejor sitio donde comenzar la historia pero en tal caso empezaré donde creo que es el principio.
Mi abuela era bastante supersticiosa,
nos hablaba de los skin, los cambiantes de pieles. Nos hablaba del modo de prevenir de un skin room. No se podían disfrazar del todo y siempre llevaban una sonrisa llena de dientes, lo cual para la gente resulta agradable. No tienen sombra y les da pánico los gorriones. Además, desprenden un fuerte hedor a podrido, por eso lo camuflan con perfumes o productos de limpieza.
Mi abuela solía decir que un skin room mató un campamento de gitanos que huían de los falangistas. Los skin huelen el miedo y te pueden hacer creer que son lo que más quieres, otros se disfrazan por diversión.
Recuerdo que una abuela en la residencia me lo solía decir. Su nombre era Isabel, aunque solía llamarla “medias negras”, por una canción de Joaquín Sabina que le hizo tanta ilusión y gracia.
Me solía decir Isabel que había una parca que se disfrazaba de skin y solía devorar la piel de los fallecidos para así ocupar su puesto. Los skin nadie saben quienes son, unos dicen que son leyendas de los indios navajo y otros que fueron desterrados del cielo y que la humanidad los volvió locos.
Pisaba a fondo el acelerador del coche mientras vomitaba cada nota que devoraba la radio y un Elvis decía que si a todo colgado del espejo retrovisor.
Los ACDC en la radio del coche ensordecía el ruido del motor mientras estaba pensando en que las cosas en la residencia eran extrañas, recordando la risa de Araceli,la directora. No era una sonrisa normal, era una sonrisa sardónica, como las que suele perturbar a los muertos.
Esa mañana recuerdo que en esa sonrisa cubierta de dientes, un hilo de saliva bañó su barbilla, dejando unos segundos de incomodidad. Sus ojos cristalinos y su mirada dejaban un halo de frialdad en el ambiente, como si todas las ganas de vivir fueran arrebatadas por una sonrisa.
Me dirigía a la residencia, no podía aguantar más, sabía que había algo perturbador, tragué saliva y el aire parecía contaminado. Los gatos reinaban la residencia y el mal olor a tiempo pasado.Era un edificio blanco, al principio su construcción iba a ser un colegio pero con el paso del tiempo decidieron hacer una residencia.
Las luces del pasillo estaban encendidas y la luz del despacho también. A mí me interesaba el sótano, sabía que había algo, me lo decía mi intuición. Entré al sótano y un profundo hedor a leche cortada y fruta podrida se clavaba en mis fosas nasales.
De repente, Araceli apareció tan sigilosamente por una de las esquinas del sótano. Su mirada fría y su sonrisa sardónica dejaban un profundo vacío, de entre sus dientes desprendía un olor a podrido que las náuseas se apoderaron de mí y ese pensar tan enfermo dejaba en mí un malestar que tanto me ensuciaba el alma.
No dije nada, no podía, era como si me hubiese paralizado por completo. Araceli se limitó a mirarme de arriba a abajo.
-¿Qué haces aquí?- Dijo de entre sus dientes sin borrar en ningún momento su pestilente sonrisa.
-Solo pasaba por aquí, creí escuchar algo.
-Aquí no hay nada, no te preocupes. Me dijo mientras sus manos frías acariciaban mi cabello. - Pero qué buena gente eres.
El silencio se acumuló en mi garganta obligándome a tragar saliva.
-Sé lo que eres.
-Lo sé.
Su lenguaje baño sus labios de saliva.
Y su fría mirada devoraba mi inocencia hasta no dejar nada, acto seguido me cogió fuerte del pelo, hasta sentir un fuerte dolor en el cuero cabelludo y dijo:
-Podría arrancarte la piel a tiras y ver como gritas como un cerdo.Pero disfrutaré destripando tu vida.
Ahora convivo con unos amigos que conocí en el trabajo, mi nombre es Javier y trabajo en una residencia. A veces pienso que no es el mejor sitio donde comenzar la historia pero en tal caso empezaré donde creo que es el principio.
Mi abuela era bastante supersticiosa,
nos hablaba de los skin, los cambiantes de pieles. Nos hablaba del modo de prevenir de un skin room. No se podían disfrazar del todo y siempre llevaban una sonrisa llena de dientes, lo cual para la gente resulta agradable. No tienen sombra y les da pánico los gorriones. Además, desprenden un fuerte hedor a podrido, por eso lo camuflan con perfumes o productos de limpieza.
Mi abuela solía decir que un skin room mató un campamento de gitanos que huían de los falangistas. Los skin huelen el miedo y te pueden hacer creer que son lo que más quieres, otros se disfrazan por diversión.
Recuerdo que una abuela en la residencia me lo solía decir. Su nombre era Isabel, aunque solía llamarla “medias negras”, por una canción de Joaquín Sabina que le hizo tanta ilusión y gracia.
Me solía decir Isabel que había una parca que se disfrazaba de skin y solía devorar la piel de los fallecidos para así ocupar su puesto. Los skin nadie saben quienes son, unos dicen que son leyendas de los indios navajo y otros que fueron desterrados del cielo y que la humanidad los volvió locos.
Pisaba a fondo el acelerador del coche mientras vomitaba cada nota que devoraba la radio y un Elvis decía que si a todo colgado del espejo retrovisor.
Los ACDC en la radio del coche ensordecía el ruido del motor mientras estaba pensando en que las cosas en la residencia eran extrañas, recordando la risa de Araceli,la directora. No era una sonrisa normal, era una sonrisa sardónica, como las que suele perturbar a los muertos.
Esa mañana recuerdo que en esa sonrisa cubierta de dientes, un hilo de saliva bañó su barbilla, dejando unos segundos de incomodidad. Sus ojos cristalinos y su mirada dejaban un halo de frialdad en el ambiente, como si todas las ganas de vivir fueran arrebatadas por una sonrisa.
Me dirigía a la residencia, no podía aguantar más, sabía que había algo perturbador, tragué saliva y el aire parecía contaminado. Los gatos reinaban la residencia y el mal olor a tiempo pasado.Era un edificio blanco, al principio su construcción iba a ser un colegio pero con el paso del tiempo decidieron hacer una residencia.
Las luces del pasillo estaban encendidas y la luz del despacho también. A mí me interesaba el sótano, sabía que había algo, me lo decía mi intuición. Entré al sótano y un profundo hedor a leche cortada y fruta podrida se clavaba en mis fosas nasales.
De repente, Araceli apareció tan sigilosamente por una de las esquinas del sótano. Su mirada fría y su sonrisa sardónica dejaban un profundo vacío, de entre sus dientes desprendía un olor a podrido que las náuseas se apoderaron de mí y ese pensar tan enfermo dejaba en mí un malestar que tanto me ensuciaba el alma.
No dije nada, no podía, era como si me hubiese paralizado por completo. Araceli se limitó a mirarme de arriba a abajo.
-¿Qué haces aquí?- Dijo de entre sus dientes sin borrar en ningún momento su pestilente sonrisa.
-Solo pasaba por aquí, creí escuchar algo.
-Aquí no hay nada, no te preocupes. Me dijo mientras sus manos frías acariciaban mi cabello. - Pero qué buena gente eres.
El silencio se acumuló en mi garganta obligándome a tragar saliva.
-Sé lo que eres.
-Lo sé.
Su lenguaje baño sus labios de saliva.
Y su fría mirada devoraba mi inocencia hasta no dejar nada, acto seguido me cogió fuerte del pelo, hasta sentir un fuerte dolor en el cuero cabelludo y dijo:
-Podría arrancarte la piel a tiras y ver como gritas como un cerdo.Pero disfrutaré destripando tu vida.