Carta a un amor del pasado
Hola amor,
Espero que estés bien. Te escribo debido a los recuerdos que, sin previo aviso, me han visitado últimamente... por motivos que escapan a mi comprensión. Lo cierto es que he sorprendido a mi imaginación dibujando tu imagen en tu sillón favorito con esa taza blanca (tan únicamente tuya) entre tus manos, tomando un café negro y puro, endulzado con dos cucharadas de azúcar como nos gusta a ambos. Te he visto en mis visiones absorto en el atardecer mientras reflexionas un poco sobre tu vida, y también solo meditando en el ocaso sin pensamiento alguno, absorbiendo la paz del sol que se recoge al horizonte como si bostezara antes de acurrucarse en su lecho nocturno.
Otros días, me ha tomado por sorpresa el eco de tu risa. Siempre fue un rasgo escaso en tu personalidad que pocas veces dejabas fluir con libertad, como si fuera prisionera cautiva de tu amargura. Amargura... esa que te gustaba tener al frente como si fuera peón sobre tablero de ajedrez.
Tus ojos también me han visitado en mis sueños, llenos de ternura y amor, recitándome hermosos poemas solo con la mirada, mientras te esfuerzas por mantener la distancia, ahogando tus deseos de hablarme con la misma intensidad con la que yo me contengo cuando estoy despierta.
Ha pasado medio año desde que te fuiste de mi lado, sí, eso dice el calendario desde que le mostré mi corazón destrozado al tiempo y sintió pena por mi dolor. Hicimos un pacto, y entonces...