Hace muchos años, había una gran arboleda, cálida y con un pequeño lago en el que llegaba a reflejarse los rayos del sol; en ese lugar vivía una pequeña niña, era hermosa pero insegura, inteligente pero con poca prudencia. Era alguien con mucha creatividad, el mundo que le rodeaba estaba lleno de sueños y nuevas ideas, era mágico.
Ella soñaba con ser esa heroína que siempre veía en aquellas películas, quería ser una persona que hiciera de este mundo algo mejor, quería justicia, y alzar la voz por aquellos que no podían ser escuchados.

Pasaron los años, y esa niña creció.

La perspectiva que tenía del mundo que le rodeaba había cambiado así como la manera de verse a si misma.

A pesar del pasar de los años ella se había quedado en el pasado.

Ella sabía lo cruda que podía ser la realidad, pero prefería ignorar aquellos problemas que veía, porque ¿Qué podría hacer ella para cambiar aquel mundo cruel? Solo era una niña, una pequeña niña que seguía en esa arboleda.

A veces deambulaba, cuando sentía que las cosas no iban bien, pero como siempre, se dejaba llevar por las emociones y terminaba perdida.
Esa arboleda antes estaba llena de vida, magia, y ahora era un lugar desolado, seco.
No le gustaba ver su reflejo en el pequeño lago, con el tiempo ese odio se acumulo y se fue secando hasta quedarse por completo sin agua.

Ella pensaba que si seguía en esa arboleda todo iba a ir para peor, no sabia como cuidar de él, y cada vez que trataba de regar los árboles y llenar el lago de agua se volvía a secar con el tiempo.

Un día, decidió salir de ahí, pero antes de marcharse, corto cada uno de los árboles que se encontraban en ese lugar, así podría asegurar que nunca podría regresar.

© Fernanda Martinez