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mañanas que chirrían

La puerta chirría porque en una madrugada absurda como ésta, todos esperamos que una puerta chirríe. Ruido intempestivo más de viejo que de Stephen King.

Bien es verdad que a estas alturas de la película el hombre del saco y los monstruos del armario se han desdibujado entre adolescencias y facturas, han envejecido como los viejos libros amarillentos de R.L.Stine. Son amenazas menos tenebrosas que las amenazas de verdad, las del día día y el tic tac del reloj. Pero es martes quince de octubre. Aún noche y llueve y hace frío.

He puesto la radio como cada mañana después de mear y lavarme la cara. Es demasiado temprano para la programación habitual, así que tienen puesta una grabación en bucle con malas versiones smooth jazz de buenos temas de Areta Franklin. Supongo que será de gran ayuda para los que pueden estirar unos minutos más esas primeras perezas del día. Hay personas con suerte. Yo no puedo alargar ni un segundo a un día que ya ha pasado; las horas se desgranan entre mis dedos y se deshacen como si nunca hubiesen existido, así que me resigno al ahora y me centro en una idea cualquiera con el propósito de limpiar la mente de todos los imposibles y quizás que la rondan cuando nos desnaturalizamos con amaneceres forzosos. Así que pienso en Areta y en el hecho de que hoy en día parece que se puede hurgar en lo que sea con total impunidad. Cualquier persona puede jugar al juego del...