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DINQUIE
Han pasado milenios desde que Emma recuerda a su primera amiga, ella sonríe y llora, aquella gata le otorgaba un amor incomparable, aunque Emma en su momento no supo apreciar su amor, aún la recuerda. Dinquie no ha muerto, aún vive en su corazón.
Emma se ha maldecido miles de veces desde que dejó de ser mortal, por desgracia; siempre los recuerdos le atormentan pero le llenan de paz en el momento en el que ella lo acepta y deja.

"Tu me manques tellement, chat", menciona la mujer, desde hace dos siglos que se mudó a Mónaco y ha mejorado su vida increíblemente, pero siempre deseó con toda su eternidad la compañía de su vieja amiga, ella sabía que no podría hacer nada al respecto, más que solo aceptarlo, sabía que no podía ser desvivida ni para alejar esas memorias marcadas.

"Je te veux ici..."

Emma toma las copias de las fotos antiguas y acaricia el ser de Dinquie, entre sollozos pide perdón a la criatura, no prefiere volver a apegarse a nadie, porque sabe que lo lamentará. Ambas eran inseparables y ejercían muchas cosas, la gatita era un poco juguetona y dañaba una que otra cosa, sin embargo, para Emma le dejaba sin cuidado porque la amaba incondicionalmente, no le importaba nadie más que Dinquie, su pequeña amiga.

Emma agarra una daga y en una noche con velas y las luces del lugar, decide quitarse la vida, permanece inconsciente por unos minutos y vuelve a respirar, por más que lo desease, para su infortunio; volvió a vivir, su aliento era el mismo y, aunque su corazón paró de latir, sabía que no podía morir.

"Dinquie, j'ai besoin de toi".

Emma despierta y sale de su hogar, encontrándose con mortales a su alrededor tomando copas de vino y Whisky, mientras todos reían presumiendo sus autos deportivos, Emma chasqueaba la lengua con asco y se retiraba, su herida ya había sido regenerada y sumerge sus pies en el mar, ya hace mucho que dejó de temerle al agua y solo le traía paz. Entre suspiros, aguantaba sus ganas de llorar, no podía creer lo que le sucedía, la vida no tenía más sentido para ella, ya habían pasado miles de años y aún se sentía de esa manera, sus manos temblaban pero no del frío, era la triste emoción de su ser que dejó de tener alma hace bastante tiempo atrás.

"Qu'est-ce qui ne va pas, mademoiselle?", pregunta un hombre a lo lejos.
Emma voltea su cabeza con intriga y mira a aquel chico con gafas de sol, le parecía extraño porque era de noche, aún así no le preguntó nada al respecto.

"Rien, des choses".

El hombre se ríe y Emma se irrita a punto de salir del sitio, las personas les resultaba escandalosas y molestas, apenas quizo salir, el chico tomó de su mano delicadamente.

"Je suis Josh".

Emma retira de su mano bruscamente y saluda a Josh de manera formal pero cortante, brevemente hacían contacto visual, a lo último, ella salió.

Pasaron una pocas semanas, que para Emma eran unos minutos nada más, alguien toca su puerta y ella decide abrir.

"Désolé pour le désagrément, mademoiselle", menciona la persona detrás de la puerta.

"Josh?"
"Que faites-vous ici?"

Josh apenas sonríe levemente y la invita a un trago cerca de un festival de conmemoración a un cyber-artista.
Emma ve la foto de su gata y para no llorar más, acepta.
Hace mucho tiempo que Emma no había reído naturalmente, parecía que su alma estaba sanando, Josh le invita a bailar y terminan en un yate.

"C'était super, merci", agradece Emma.

El tiempo transcurre y pasan dos décadas, Emma ha vuelto a sonreír y a ser feliz, ya ha superado su lamento y aunque ya esté bien, claro está que siempre pensará en Dinquie como una pequeña amiga, como la criatura más hermosa que ha visto y le ha sido de gran compañía, Dinquie se ha ido, pero no de su mente. Ella la recuerda como si estuviese olfateando flores trópicales con un plácido gusto.

Leu, su hija, se le acerca y mientras iban de paseo avanzando unas cuantas millas del mar, su pequeña hija de cinco años le sonríe tiernamente, sus razgos eran muy similares a los de Didi.

"Mamá, hace mucho tiempo quería regresar a tu vida, mi nombre es Dinquie..."


© Annikizz