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LA VECINA DEL PISO 6
*LA VECINA DEL PISO 6*



*Escrito por: Esperanza Renjifo*

Es un día de verano, la noche y el calor abraza hasta apretar la ausencia del astro rey, Carmelo coge el ascensor para volver a su casa después de correr un poco, y darse una ducha, para terminar mejor su ajetreado día, que casi culmina en un disgusto acalorado por una discusión de clientes con el jefe en la oficina. Con sus veinticinco años está a poco de subir de puesto, se le ha empapado y subrayado superlativamente el orgullo, más que el sudor que recorre sus morenos muslos, a pesar de vestir una delgada camisa y unos pantaloncillos cortos.

Un piso más tarde se abren las puertas del ascensor. Ingresa Micaela, la vecina del piso 6to. Palpito y sorpresa lo emocionan y arrebatan. Él sabe cómo se llama desde hace algún tiempo porque ha mirado su nombre en el buzón de la correspondencia, un día que ella distraída recogía sus recibos. Se trata de una mujer algo atractiva. Se puede decir que es una cuarentona muy, muy delgada, de ojos saltones, marcadas ojeras, cabellera medianamente larga y azabache. Carmelo sabe que ella es medio borde porque la ha escuchado hablar más de alguna vez desde su ventana con un precioso acento español que le fascina, por ello sabe que es bailarina. Que ha tenido algunos ligues con los que alguna vez a discutido. Ha sido testigo silencioso de una agresividad que lo enciende mucho. La imagina sin cordura, desatada y desnuda.
Alguna vez desde el vano de su ventana, con solo oír su voz, al hablar por el móvil, se le ha puesto dura. Y más hoy que la ve con un collar de cerrojo que le permite ver su piel morena, brotar desde el escote con una cadena que baja hacia la gloria. Le parece muy radical, y bastante auténtica. Por ella siente un coctel de sensaciones, partiendo que le encanta su piel ligeramente morena, casi de porcelana. Y precisamente hoy, que la tiene a pocos centímetros con unos pantaloncitos vaqueros entallados que se le ciñen a su pequeño trasero estrujándolo como él lo desea. Además, viste una camisa a cuadros azul con varios botones abiertos que le permiten un espectáculo, desde su escote que lo excita. Con sólo ver la redondez de sus pequeños y perfectos pechos asomar... de pronto... el cansancio se le ha desaparecido.

Carmelo se acerca a propósito, del modo más casual que se le ocurre para tocar el botón del tablero del elevador y pulsar el botón del 5º por segunda vez, sin perder oportunidad de contacto. Al hacerlo, no puede evitar ver el precioso pecho de la vecina de entre los botones de la camisa. Ni de recrear su trasero redondo, pero ese aroma que tiene se le hace irresistible. Abre mucho los ojos y lanza un suspiro sordo, retrocede un poco, pero sigue mirando el paraíso que le ofrece su escote, ella no es especialmente guapa, pero desde que la vio por primera vez siempre le ha excitado todo de ella. Se le ha metido hasta la médula. Y sin que ella se haya dado cuenta, desde hace varios meses que le tiene entusiasmado todo de ella. Le encanta su cuerpo, sus facciones. Todo de ella le parece fascinante al punto de no notar que es más grande que él en edad.

Micaela sin reparar en su vecino, se pasa una mano abanicando su pelo y suspira agobiada por el calor y en la acción se le desabrocha sin darse cuenta otro botón de su camisa, Carmelo que no ha perdido segundo alguno del espectáculo se acaba de dar cuenta que ella no lleva sujetador y por un instante deja notar sus pequeños pechos sudados. Carmelo a estas alturas tiene su dedo casi derretido en el botón del tablero del ascensor. Sobre todo, cuando imagina un pezón suyo asomándose para él. Se relame y muerde el labio inferior. Es inevitable ocultarlo: el deseo lo ha poseído.

Poco a poco nota como su miembro comienza a ponerse inquieto. Al notarlo, retrocede un poco y se tapa la entrepierna con ambas manos, nota como su pene palpita y comienza a recorrer sus pantalones cortos y se pone nervioso, más cuando nota como se inclina hacia un costado y comienza a salir por un lado junto a su muslo. Cierra los ojos, respira hondo y nota lo dura que se la ha puesto, abre un poco los ojos y vuelve a mirar con angustia el pecho de la mujer, baja la mirada y ve la punta de su miembro casi al borde de sus pantaloncillos, a punto de sobresalir de ellos y delatar su presencia, deseando haberse puesto unos bermudas más largos. Esa mirada prohibida de su pecho se intensifica, solo piensa en su pezón perfecto, en arrancar esa preciosa camisa a cuadros. Baja más la mirada y mira cómo sus pantaloncitos vaqueros se meten en la raja del trasero de su vecina, y no puede evitar notar como su miembro palpita sin control.

Micaela sigue mirando al frente, sudada y agobiada por el calor. Sin reparar que no está sola en el ascensor se mete una mano bajo su camisa y se limpia el sudor de sus pequeñas tetas. Carmelo ve como la mano de la mujer recorre por completo uno de sus pequeños pechos bajo su blusa, secándose el sudor con una toalla de papel. Carmelo casi cree que se va a correr allí mismo. Puede sentir que una gota de líquido preseminal asoma lentamente a su glande deseando salir de allí en el momento.

Disculpe vecina el calor me derrite. ¿Tiene problema si vamos directo al piso? -Carmelo sabe el truco sobre dejar oprimido el botón de cierre para que el ascensor no haga parada. Micaela lo toma como un acercamiento. Y responde a secas.

-Yo soporto, pero no tengo problema.

Esa voz le irriga hasta las entrañas y el cerebro le da un disparo de adrenalina, más sudor, más deseo.

De repente Micaela nota un olor familiar, un olor acido, olor a... se gira un poco y recién mira al joven del costado observando distraídamente hacia al frente, sin mirarla y con las manos cruzadas delante de su entrepierna. Y con asombro observa como un enorme bulto termina en el borde del pantaloncito del chico, afina más la mirada y puede distinguir asomando su glande con una pequeña gotita suspendida saliendo.

Micaela abre la boca de asombro, frunce el ceño y lanza un manotazo contra el joven, golpea sus manos cruzadas y las aparta de un golpe seco de su entrepierna.

-¡Pero qué carajo haces! ¿te tocas? -grita Micaela, viendo la silueta del miembro del joven a través de los delgados pantaloncitos, y distingue cómo asoma su glande brillando desde el borde del pantaloncito deportivo, el joven rápidamente se vuelve a tapar.

-¡Yo, yo, no, no, lo siento! -gime avergonzado Carmelo.

Micaela abre los ojos al notar la silueta que se impone bajo esos pantalones.

-¡Tú puta madre, que tienes ahí! -grita la mujer que vuelve a golpear las manos del joven.

Carmelo esta vez se resiste y no aparta las manos, los golpes de su vecina le excitan más.

-¡Que te quites esas manos ostias puta! -grita Micaela.

El tono agresivo que ingresa a sus oídos vuelve loco a Carmelo. El ascensor llega al 5º piso pero Micaela se interpone entre Carmelo y la salida, se abalanza sobre el joven, le agarra las manos y las aparta con fuerza, mira el enorme miembro que se marca en el pantalón y rápidamente agarra los pantalones cortos del joven y se los baja de golpe, incrédula de lo que delata ante ella esa silueta. Ante, la mujer aparece un enorme y perfecto pene que se agita imponente apuntando hacia ella tras haber sido liberado de los pantaloncitos.

-¡Ahh! -gime el joven excitado por la violencia de su vecina.

Carmelo rendido, retrocede y apoya sus nalgas contra la pared del ascensor, coloca sus manos en el pasamanos y deja que ella lo observe en todo su esplendor.

-¡Pero qué hijo de puta! -dice Micaela bajando su mirada a su escote y al segundo dice: -¿se te ha puesto así solo porque se me ve un poco la teta? -pregunta autoritaria la mujer.

Carmelo se encoge de hombros. -¡Me pones un montón, joder! -grita con sinceridad.

-¿Quién yo? -dice incrédula la mujer

-¡Si! ¡carajo! -dice Carmelo mientras se exhibe para Micaela.

-¡Pero si casi te doblo la edad! -dice Micaela observandolo con deleite.

- ¡Pues mira cómo me has puesto en un momento! -dice él señalando su miembro.

-¡Ya veo! -resopla Micaela con una mano en la mejilla

-¡Ay cariño que mono eres! -suspira la mujer.

-¡Pues soy todo tuyo si quieres! -susurra él casi en súplica.

Micaela mira a Carmelo a los ojos sin dar crédito a lo que le está sucediendo.

-¡Bueno, guapo, tengo un rato libre! -sonríe mirando el precioso cuerpo del joven.

La puerta del ascensor se cierra para seguir al 6ª. Piso.

-Vamos a mi casa, te voy a enseñar qué es una mujer de puta madre -dice agresiva viendo cómo el pene del joven se mueve solo, excitado.

Carmelo hace un gesto poco disimulado para acercarse a Micaela, ella le hace un gesto de negación con un dedo.

-¡Eh, tranquilo, ni me toques cabrón! -Dice autoritaria, A Carmelo no le queda más que retroceder en su arrebato de un modo más sumiso.

-¡Y quítate todo, ostias! -Resipla mientras lo ve con ansias.

Carmelo sumiso, se quita sus zapatos, se termina de bajar el pantalón que tenía en las rodillas y la camiseta sudada. Micaela le mira, se acaricia y frota por sobre la camisa, un pezón.

-¡Tu puta madre! -susurra Micaela mirando otra vez el cuerpo del chico, sin dar crédito de lo que está sucediendo. La puerta del ascensor se abre, el joven coge su ropa mientras mira el trasero de la mujer que se marca en sus pantaloncillos con ilusión, ella voltea sobre su hombro hacia atrás y suspira.

-¡Joder creo que nunca me he enrollado con un vecino! -susurra Micaela mientras se relame viéndolo. Barriéndolo con la mirada y se inclina un poco para agarrarse desde la base de su pene y tira de él sacándilo del ascensor hasta la puerta de su piso mientras Carmelo se sonríe ante esa pícara invitación.

Micaela abre la puerta de su piso con la mano libre mientras sigue agarrada de su pene. Ambos ingresan al piso.

-¡Tira al suelo tus cosas! -dice cerrando la puerta de su piso, señalando una esquina de la entrada sacando su móvil del bolsillo.

-¿Quée, aah, claro! -dice Carmelo y tira sus ropas al suelo en la entrada de la casa, justo donde le indicaron hacerlo. Al voltear se sorprende ver a Micaela apuntado a su mejor ángulo con la cámara de su celular enfocándolo. Retrocede y suelta la mano de la mujer de su pene con fuerza.

-¿Pero... qué haces? -dice Carmelo mientras se vuelve a tapar su entrepierna.

-Grabar al delicioso que voy a follarme -dice Micaela, en tanto Carmelo se cruza de piernas con marcada timidez.

-¡Que no te tapes, ostias!, ¡Es la última vez que te lo digo o te marchas con todo y tu calentón! -grita Micaela.

Carmelo se excita más con los gritos de la mujer, se deja de tapar, y cede. Deja que Micaela lo grabe con el móvil.

-¡Eso es! Así me gusta, ¡obediente! ¡Vamos, desfila hacia mi cocina! ¡Derecho cabrón! que quiero verte como macho. Da la talla o márchate y no me hagas perder el tiempo -dice ella

Carmelo ya no pregunta, es la primera vez que esta con una mujer con tan mal carácter. Y sólo se deja guiar a la cocina, en tanto Micaela, le da un fuerte azote sobre las nalgas.

-¡Ay, si! -gime mientras entra en la cocina, se contonea para deleitarla. Micaela, manipula con presteza su móvil, cambia la cámara de detrás por la frontal para ver la grabación en la pantalla, apoya el móvil en un rincón de la cocina apuntando al joven.

-¡Date la vuelta, pon las manos en la pila de fregadero! -dice ella.

Carmelo obedece, se coloca justo donde ella lo quiere, gira la cabeza hacia atrás, mirando el escote de la mujer sobre su hombro izquierdo. Puede ver sus pequeños pechos que dilatan sus venas, bombeando su sediento deseo marcando sobre su pene.

Micaela se pone detrás del joven, acerca la bragueta de sus vaqueros al perfecto culo del joven. El lanza un gemido mientras ella mira la pantalla de su móvil, ve como graba todo.

-¿Así que te la he puesto dura en el ascensor? -gime la mujer y de golpe agarra la cintura del joven.

Carmelo levanta las manos y se sujeta contra los armarios altos sobre su lavadero.

-¡Sii! -gime Carmelo, notando como su vecina acaricia su cintura y se frota contra su trasero, nota sus vaqueros cortos frotarse contra sus nalgas. Siente sus pequeñas manos recorriéndolo, rimando sus deseos y erupcionando desde sus dedos un placer que humea sus apetitos por fin concebidos, y así colmados se sacian.

Micaela acerca su rostro a la nuca de Carmelo, ambos son volcanes que se azulan, y muestran. Sus deseos no esperan.

-¿Sólo por verme un poco una tetita? -susurra.

-¡Siii! -gime el joven.

Micaela acerca su boca a una oreja de Carmelo, la da un mordisco acariciando suavemente su cuello perdida en mil delicias.

-¡Ahhh, sii...! -gime él

Ella acaricia el cuerpo del joven, frotándose en él frenéticamente, agita su cuerpo contra el del chico, comienza a meter su lengua en la oreja pellizcando una de sus tetillas y se incrusta en su piel entre ríos de suspiros.

-¡Ay Dios, siii, eso nunca me lo habían hecho! -gime él. Mientras, Micaela sonríe metiéndole su lengua en la oreja, comienza a cubrirla de saliva haciéndolo latir en cada acción que la acercaba a ella.

-¡Puto chaval salido!- gime ella mientras le da un empujón contra el fregadero.

-¡Siii! ¡que poderosa eres! -gime al notar el cuerpo de Micaela golpear contra su trasero. En tanto ella mete y saca su lengua dentro de su oreja, gimiendo. Notando como la saliva de la mujer entra a su oreja.

-¡Te va a encantar! ¿te mola la mantequilla? -sonríe ella con malicia.

-¡Aaah! ¿qué? -gime Carmelo notando que se excita al sentir los vaqueros de la mujer apretarse más contra sus desnudas nalgas.

-¡Espera! -gime ella separándose de él.

-¡No te muevas! -dice ella, dirigiéndose hacia el refrigerador, seguida de su atenta mirada que, la observa cómo saca de él una pieza de mantequilla... Quita el envoltorio con cierta malicia mirándolo viciosa. Coloca la mantequilla en un pequeño plato y lo mete en el microondas, lo programa y vuelve a ponerse detrás de Carmelo, se pone de rodillas, le agarra las nalgas. Él suspira, nota como se las acaricia y comienza a besaras.

-¡Dioos sí! -gime él.

-¿Te gusta que juegue con tu trasero?-gime ella mientras se lo besa y pasa su mejilla por sus perfectas nalgas.

-¡Sí, sí, siiii! -gime.

Micaela saca su lengua y comienza a lamer sus nalgas en tanto él se reclina hacia atrás para elevarse más, percibe como sus nalgas se cubren de su saliva.

-¿Te gusta verdad? -gime ella

-¡Si, si, si! -gime. En tanto Micaela recorre con su lengua sus perfectas nalgas, las lame, las nalguea y pellizca.

-¡Que cuerpecito tienes! -ríe apartándose de él al escuchar la campana del microondas. Se incorpora, abre el microondas, saca el platito con la mantequilla derretida y caliente, Carmelo mira hacia atrás y ve el plato, mira como la mujer pasa la mano por la mantequilla. Se acerca otra vez por detrás de Carmelo y comienza a enmantequillarlo... Sintiéndola caliente, la siente que se la unta por todo su cuerpo; por sus nalgas, por su espalda, por su nuca. Su pecho brilla lubricado. Ella lo sujeta desde la cintura y le da la vuelta y se encuentra con su enorme miembro apuntando hacia ella. Micaela en un gesto poco disimulado se acerca a sus caderas, y se permite descansar unos minutos sobre su pelvis.

-¿Es bonita verdad? -ríe Carmelo pícaro.

-¡Tremenda! -ríe Micaela repartiendo más mantequilla recorriendo suavemente por su torso, por su vientre, piernas y finalmente por su pene, repartiendo sentido ardor y fuego por el tiempo contenido durante tanto tiempo de silencios encerrados

-¡Tremenda! -gime mordiéndose los labios. Y continúa masajeando su miembro, lubricándolo con mantequilla, mientras el joven se apoya hacia atrás poniendo las manos en la encimera de la cocina y mira como la mujer se pone de rodillas y lo estimula con más fuerza. Mirándola y acariciando en su recorrido todos sus centímetros. Considerándola enorme, dura, perfecta y escultural.

-¡Es preciosa joder! -susurra viendo como Carmelo tiene su lengua de lado extasiado en su puro goce.

-Dime cosas -susurra él.

-¿Qué? -dice ella elevando su mirada.

-¡Dime cosas!, me encanta tu acento andaluz.

-¿Mi acento? nunca me lo habían dicho-ríe ella

-¡Venga! -suplica él

¡Estas buenísimo chaval! -Dice observándolo con ansía.

-¡Sigue! Dime más, no sabes lo que provoca escucharte...

- Me encanta tu cuerpecito.

-¡Sigue!

-Me encanta tu polla descomunal, escultural, preciosa, durísima

-¡Sigue!

-Se me ponen los pezones duros al ver tu cuerpo.

-¡Sigue!

-Me encanta estimularte, ¡joder!

-¡Sigue!

-¡Dios eres tan joven!

-¡Sigue!

-¡Eres tan guapo!

-¡Sigue!

-¡Eres tan macho!

Carmelo sonríe, mira a su vecina, observa su camisa a cuadros abierta viendo sus pechos al descubierto listos para acariciarlos. Eran como un fuego que quemaba e instaba a besarlos. Y sus pantaloncitos cortos ajustados, su figura delgada, sus ojos saltones, su rostro agresivo...

Micaela ríe, suelta el pene del joven.

-¡Ay Dios que gusto! -sonríe él, entregando su cuerpo que clamaba ser usado

Micaela comienza a frotarle con violencia el pene.

-¡Aaah! ¿qué me haces? -gime Carmelo al notar como su vecina lo masturba salvajemente lubricándolo de mantequilla caliente en un sensual lamento de erotismo, haciendo de su viscosidad destello del paraíso que va saltando en medio del encanto, arropándose entre la cálida mano de Micaela, observando como ella abre un poco la boca mirando su pene y metiéndoselo a su boca, mientras lo lubrica y masajea con movimientos ondulantes. La ve ponerse de pie, quitarde el cinturón de sus pantaloncitos, desabrocharse el botón del pantalón, bajarse un poco la cremallera. El pantalón se suelta de su cintura y cae un poco dejando ver un pubis depilado. No traía interiores.

Carmelo se relame, sube la mirada, mira los ojos de la mujer que tanto desea, mira sus pequeños pechos en tanto ella se acerca a él y rodea su cuello con el cinturón.

-¡Déjame comerte las tetas! -susurra Carmelo mientras esta le pone el cinturón a modo de correa y le da una bofetada.

-¡Ahh! -grita el joven excitado

Micaela agarra su camisa a cuadros y jala de golpe desde el escote. Varios botones saltan de golpe y sus pequeños pechos quedan totalmente a la vista. Agarra de la nuca al muchacho y le empuja la cabeza contra sus pequeños pechos.

-¡siii! -gime el muchacho aplastado contra su pecho. Y comienza a abrazar el cuerpo de Micaela mientras se ahoga contra sus pechos, manoseándola a su antojo. Sobando sus vaqueros y su camisa que aún no se ha quitado. Ella sólo puede cerrar sus ojos para solo sentir como el deseo los invade con ansias. Frotan sus nalgas por sobre sus vaqueros, su cintura bajo la camisa. Y siente como ese pene que tanto le llamó la atención se frota contra su bragueta abierta rozando su vagina. En tanto respiran aceleradamente, se gustan, se excitan.

De repente Micaela vuelve en sí, retrocede y aparta al chico contra el borde del lavadero. Ve como el miembro del chico se agita duro, solo.

-¡Venga, a cuatro patas! -grita Micaela.

Carmelo sonríe, poco a poco se va a agachando y se coloca a cuatro patas, la mujer sonríe, sujeta su cinturón y tira del cuello del joven, coge el móvil que aun graba y se lo mete en el bolsillo. Arrastrando a Carmelo por el piso de su cocina con rumbo a su dormitorio y de vez en vez mira el perfecto cuerpo del chico, su bonito culo, y el enorme pene que le cuelga...

Carmelo mira a Micaela contonearse mientras tiran de él a cuatro patas con el cinturón en su cuello, en tanto él ve como los vaqueros cortos de ella se caen un poco dejando ver un poco la línea de sus nalgas con apetito.

-¡Dios como me pones! -gime.

Al entrar al dormitorio ve una cama con un enorme espejo en el techo y a los lados varios armarios cubiertos también de espejos y una cómoda grande. Y detalla como ella coloca el móvil sobre el mueble para seguir grabándoles, ve en la pantalla el cuerpo escultural del joven, a cuatro patas en el suelo de la habitación.

-¿Te gusta mi dormitorio? ¿todos estos espejos? -ríe Micaela.

-¡Siii! -ríe sumiso.

-¡Estás de bueno chaval! -ríe y poco a poco comienza a quitarse la ropa.

Carmelo se excita por segundos, mira como la mujer se va quitando los tacones, luego se va bajando los pantalones vaqueros cortos, esos pantalones cortos con los que se ha masturbado tantas veces en sus fantasías, ve como caen de sus delgadas piernas, no lleva bragas, perfectamente depilada, se deja ver para él, también mira cómo se quita la camisa de cuadros, esa perfecta camisa a cuadros que dejaba ver sus tetas y que ahora ve en todo sus esplendor.

-¡quiero que me regales esa camisa a cuadros! -susurra Carmelo desde el suelo mirando a la altiva Micaela.

Ella lo observa, mira su camisa, lo mira a él y le dice: -¿en serio?

-¡Te lo juro! me pone de una vibra magistral y me excitas mucho cuando te veo con ella -insiste.

Micaela vuelve a mirar su camisa con algo de extrañeza y suelta un -¡vale nene! -sonríe tirándole la camisa a la cara.

Carmelo agarra la camisa al vuelo y comienza a frotársela por todo su cuerpo. Sorprendiendo a Micaela que no deja de abrir la boca al ver cómo es que él se frota con la camisa con lujuria, riéndose.

-¡Diosa andaluza! -grita.

-¿Qué?, así, ¿te mola mi acento? -dice la mujer.

-¡Joder que sí! -ríe Carlos

-¡Vaya! nunca me lo habían dicho. Creo que estas zafao, criatura.

Carmelo sigue frotándose la camisa de Micaela por todo su cuerpo, hasta que comienza pajearse con la camisa.

-¡Dios como me pone esta camisa, te sienta tan bien! -gime, excitando a Micaela al punto de acariciarse sus pequeños pechos y masturbarse metiendo un dedo en su pequeña vagina.

-¡Dios sigue! ¡me pones así! -dice ella

Carmelo sigue masturbándose con la camisa mientras con una mano se acaricia su torso y comienza bailar delante de ella, ocasionando que ella se masturbe con una mano, se acaricia sus pechos, se meta dos dedos en la boca mientras lo observa bailar para ella.

-¿Qué día es hoy? -gime Carmelo.

-¿Qué? Viernes creo ¿por qué? -gime Micaela mientras saca su dedo de su vagina y comienza a chupárselo observando a Carmelo masturbándose con su camisa a cuadros.

-A partir de ahora todos los viernes al irme a dormir me voy a pajear en casa con esta camisa, quiero que lo sepas. Voy a pensar en ti -promete Carmelo. mostrando su palma abierta a la altura de su cabeza.

-¡Por el amor de Dios! -gime Micaela lanzándose sobre el cuerpo de Carmelo. Comienza a manosear con violencia al joven haciéndole soltar la camisa a cuadros y se deja querer. Nota como ella se pone ansiosa, cómo le desea, cómo manosea todo su cuerpo, cómo le besa.

-¡Dios como estas! -gime ella mientras frota su cuerpo contra el de él. -¡Tú puta madre, que pedazo carne! -gime Micaela.

-¡Te quiero! -grita Carmelo mientras le acaricia su pecho excitado. Y ella aprovecha para sobarle todo su cuerpo, le escupe en su cara, su saliva cubriendo el rostro de él y se la extiende con una mano.

-¡Dios que hembra! -gime Carmelo mientras saborea la saliva de Micaela, ella le escupe sobre su torso, Carmelo recoge la saliva de ella de su torso y se lo lleva a la boca. La observa sonreír ensalivando sus pechos. Y nota como las venas se marcan en su pene. Desea esas tetitas.

-¡Venga campeón, cómemelas! -dice ella al notarlo.

-¡Mmmm por fin, adoro esas tetitas! -ríe Carmelo que se lanza sobre el cuerpo de su vecina, la abraza y comienza a mamarlas disfrutándolas.

-¡Mmm bonito! -gime ella

-¡Mmmmm mami! -gime el

Carmelo, con la respiración acelerada mira a Micaela, comienza mamar las tetitas como si dieran leche, ella sonríe y le acaricia el pelo mientras le mama.

-¡Si mami, si mami! -gime él.

-¡Si chavaalll! -ríe ella mientras acaricia más el bonito cabello crespo de Marcelo.

Él mama y mama las pequeñas tetas de la mujer, llena su boca con sus tetitas, disfruta como si fueran sus primeras tetas. Y aunque ella siempre pensó que ha querido tener unas tetas más grandes, ahora siente que así tan pequeñas le gustan a un chico tan guapo, que deben ser preciosas de verdad.

-¡Mmmmm, pero que mono eres! -gime ella.

Carmelo deja de mamar las tetas de Micaela, los dos se ponen de pie, él pone su cara sobre la cara de su vecina, frota su mejilla contra la mejilla de la mujer, frota su nariz contra la nariz de ella. Ella suspira y le agarra las nalgas. De pie los dos, ella apoya su espalda en la pared, da un pequeño salto y rodea con sus delgadas piernas el cuerpo del joven, ella comienza perder la cabeza. En tanto Carmelo sujeta a pulso a la delgada mujer, puede con ella.

-¡Ahí, ahí, sii, siii, Dios, tu puta madree! -gime medio ida, mientras Carmelo baja una mano y se introduce en ella, poco a poco comienza penetrarla mirando su rostro, nota como la domina, como ella cierra los ojos, como ella agita las manos temblando en el aire

-¡Que rico, chavaaal, Diooos! -gime mientras él se agita con ritmo en ella, entra y sale, entra y sale, agita su perfecto cuerpo sobre el delgado cuerpo de su vecina, ve como de los labios de la mujer comienza a caer saliva.

-Aay, ay, ay, ay, me voy, me vengo! -dice la sumisa Micaela con los ojos casi en blanco, mientras él sonríe dominando a la mujer, se siente poderoso, la tiene entregada.

-¿Sabes una cosa? -ríe Carmelo mientras la folla cada vez más rápido

-¡Eh, eeeh! ¿que, queee? -gime ida acariciando los hombros del chico.

-Muchas veces me he masturbado pensando en ti -ríe él mientras sigue follándola, aunque nunca había pensado en lo delicioso que ha sido tenerte así.

-¡Ay, ay, ay!, ¿que, queee? -gime Micaela como una cría notando como él la cabalga.

-¡te adoro en mis fantasías! -susurra Carmelo.

-¡Ay, ay, ay! ¿sabías mi nombre? -gime Micaela mientras monta sobre Carmelo

-¡Siii!, sé muchas cosas de ti y... ¡me excita tu nombre! ¡Micaelaaa! -susurra Carmelo mientras abraza a la mujer

-¡Woow! -gime ella, viendo como él saca miembro y la vuelve a penetrar de golpe.

-¡Ah, ah, ah, chaval, chavaaal! -gime mientras se corre mirando al techo del dormitorio, arañando los hombros del joven.

Poco a poco Carmelo sale de ella y apoya su mano contra su pecho para dejarse caer al suelo. Comienza a masturbarse sobre Micaela, ella agotada se deja caer tumbada al suelo. De repente nota como pequeñas gotas de semen caen sobre su cuerpo y tetas.

-¡Qué, que, queee, que pasa, ah, ah, así, así, vale, vale! -gime Micaela y comienza a reír mientras nota caer el semen, abre la boca para que un poco caiga dentro de ella.

-¡Aaaag, si! -gime Carmelo mientras mira la pantalla del móvil de Micaela que todavía graba la escena.

-¡Soy el mejor, soy el mejor! -le grita al móvil.

El semen del joven salpica sobre el delgado cuerpo de la mujer, cubriéndola de gotas blancas. Y ella comienza a extenderlas por todo su cuerpo como si se tratase de crema corporal.

Carmelo se deja caer al suelo, tumbado de espalda con sus manos en la nuca en actitud serena, observando el techo, observándola de reojo. -¡Micaela te he deseado mucho tiempo! -dice Carmelo mirando al techo, en tanto ella se arrastra a su lado, tumbada de espaldas en igual posición con las manos en la nuca.

-¡Gracias por desearme chaval, significa mucho para mí que todavía excite a un hombre de esta manera! -sonríe mirando al techo.

Carmelo sonríe y de golpe se levanta del suelo y sale del dormitorio.

-¡Llama a mi puerta siempre que quieras, soy el vecino del 5º A! -ríe mientras ella lo observa salir de su habitación con la mirada sobre él. Carmelo se palmea una nalga y sonriendo la observa desnuda en el suelo, recoge su camisa a cuadros y sale del dormitorio, desnudo, esbelto, abrazando la camisa a cuadros como trofeo de un viernes inolvidable guiñándole un ojo.

-¡Adiós! ¡te quiero un montón! aunque no lo creas -susurra dulce.

Ella suspira y no dice nada mientras lo ve irse, solo escucha a la distancia su puerta cerrarse.

-¡Pero que polvo tienes chaval! -susurra acariciándose cubierta de semen.

-¡Joder, tengo casi cuarenta y estoy en mi mejor momento, estoy de la puta madre! -susurra en la soledad de su dormitorio...

*Escrito por: Esperanza Renjifo*
*Lima - Perú*
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