En un bosque encantado, donde las leyendas cobraban vida y los seres mágicos danzaban bajo la luz de la luna, vivía un sátiro llamado Lykos. Con su flauta, hechizaba a la naturaleza, pero su corazón latía al ritmo de una melodía triste, la de un amor imposible.

Lykos se había enamorado de Althea, una mujer de la aldea cercana, cuya belleza rivalizaba con la de las ninfas del bosque. Ella, curiosa y valiente, se aventuraba a menudo en el bosque, atraída por la música de Lykos. Aunque pertenecían a mundos diferentes, el amor floreció en sus corazones.

Sin embargo, el destino les tenía preparado un camino espinoso. La gente de la aldea desconfiaba de las criaturas del bosque, y los dioses no veían con buenos ojos la unión entre un mortal y un ser mítico. A pesar de ello, Lykos y Althea se encontraban en secreto, cada encuentro era un tesoro de momentos robados al tiempo.

Una noche, mientras la luna llena bañaba el bosque en plata, Lykos le propuso a Althea escapar juntos, lejos de las miradas acusadoras y las restricciones de su mundo. Althea, con lágrimas en los ojos, confesó que estaba prometida a otro, un hombre que su familia había elegido para ella.

El corazón de Lykos se partió en dos, pero su amor por Althea era tan grande que decidió renunciar a ella para que pudiera tener una vida de paz y aceptación entre los suyos. Con un último beso, se despidieron, y Lykos desapareció entre las sombras del bosque, dejando atrás solo el eco de su flauta.

Los años pasaron, y la leyenda del sátiro y la mujer se convirtió en un susurro entre los árboles, un cuento para recordar que el amor verdadero no conoce de límites, pero a veces, el sacrificio es la prueba más grande de ese amor.

Y así, en las noches de luna llena, se dice que aún se puede escuchar la dulce melodía de Lykos, una canción de amor y despedida, dedicada a la única mujer que amó y por la que entregó su felicidad, para que ella pudiera encontrar la suya.


© Benjamin Noir