...

11 views

LECHE DE PERRA
El día de ayer, me encontraba en un día de relajación extrema debido al término de mi tercer semestre de universidad. Por lo mismo, decidí que ese día no haría absolutamente nada y me sentaría toda la tarde a ver series fumando marihuana y comiendo como cerdo.

El día no podía verse mejor, estaba despejado y hacía poco frío. Sin embargo, cuando me disponía a hacer uso de mi primer día de vacaciones, me di cuenta, para mi sorpresa, que no había absolutamente nada qué comer a excepción de la mitad de un paquete de fideos que llevaba ahí más tiempo del que podía recordar.

No mentiré diciendo que me importaba el estado de la pasta o el tiempo que llevaba ahí. Lo que realmente me hizo pensar, es que llevaba una semana aprox. comiendo fideos, y de todas las formas posibles.

Así que viendo la carencia de comida para satisfacer mi bajón que se avecinaba más tarde, me vestí y comencé a caminar hacía el supermercado más cercano.

Estaba muy tranquilo, no había mucha gente como de costumbre y la guardia me miraba raro como siempre. ¿Qué weá le pasará? Nunca me he robado nada. En fin... sin darle mucha importancia a la guardia, que no me despegó la vista hasta que entré de lleno al super, flojamente empecé a recolectar lo que me comería más tarde.

Terminé eligiendo una colación ya preparada, unos Nuggets de pollo (malas las weás), y un six pack de Escudo, que nunca me vienen mal.

Cuando esperaba en la fila no pude evitar escuchar la conversación que dos hombres tenían a mis espaldas. Eran dos sujetos de aproximadamente 45 a 50 años cada uno, que parecían ser bastante amigos por la manera en que conversaban.

La conversación iba sobre su resistencia al alcohol y como éste les afectaba a “la guata” al día siguiente cuando les llegaba la resaca.

El primer tipo hablaba que podía tomar toda la noche sin curarse tanto, pero al otro día la resaca lo destrozaba, vomitaba todo el día y que tenía malestares estomacales que no voy a mencionar.

A lo que el segundo tipo, cagado de la risa, le respondió que él podía tomar hasta quedar raja todas las noches sin siquiera quedar con caña, y que además, le era imposible tener problemas estomacales de cualquier índole.

Yo mientras tanto, fingía que escuchaba música delante de ellos, pero no niego que me reía de la conversación y que me tenía bastante metido, cualquier cosa es buena para pasar el rato en una fila de supermercado.

El primer sujeto entonces le dijo a su amigo, interesado pero poco sorprendido: “Si po'. si a vo' no te pasa na'. Yo no podría tomar tanto sin quedar pal pico al otro día”.

Nuestro co-protagonista, tenía algo más que decir y le respondió a su amigo que tienía un secreto “de abuelita” que no solo le evitaría sus cañas de por vida, sino que alejaría todo mal estomacal que pudiera aquejarlo el resto de sus días…

Yo mismo no pude evitar sorprenderme al oír estas palabras. Por lo que la mayoría sabrá, disfruto bastante de los efectos del alcohol, y de repente, el secreto infalible para evitar una resaca aparece frente a mis ojos (más bien ante mis oídos).

… Como iba diciendo, nuestro sujeto número dos, estaba a punto de revelar su confesión, a la que yo y su amigo estábamos bastante atentos.

“A mí no me pasa na' en la guata, porque cuando era chico, la perrita que teníamos en la casa, la Perla, había parío hace poco po'. Así que mi abuelita (creo que dijo mami, no me quedó claro) vino y me dijo que mamara de la teta de la perra…”

What the fuck?...

“… Yo era cabro chico po', obvio que le tenía que hacer caso o si no el charchazo que me llegaba. Así que lo hice no más po' y por eso no me pasa na', porque tomé leche de perra cuando era chico y ahora tengo todas las bacterias del perro en la guata, nada me puede hacer mal”

Justo llegó mi turno de pagar y me fui del lugar sin poder oír la respuesta de su amigo. Unos 15 minutos después, aún caminando de vuelta a mi casa, llegó el pensamiento a mi mente…
“¿De verdad la leche de perra funcionará weón?”

© Ricardo Lemus P.
3 de Agosto de 2017