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MI MIEDO ME TRAICIONÓ
Caminaba cerca a mi vecindario cuando pasé por una calle semi oscura y escuché un alarido como el de un niño pequeño con mucha hambre. Sin pensarlo, me acerqué a la casa de donde provenía el llanto; la puerta estaba abierta. Caí en una especie de túnel oscuro, el miedo me invadió de pies a cabeza, sentía todos los vellos erizados y mi cabeza parecía enorme. A pesar del temor, tuve que avanzar por el túnel, el miedo se acercaba cada vez más a mí. No dejé de caminar en medio de tanto miedo y tanta oscuridad.

A medida que avanzaba, los susurros parecían envolverme, las sombras se alargaban y el aire se volvía más denso. Mis pasos resonaban en la oscuridad, y el eco de mis propios temores me atormentaba. De repente, una luz tenue comenzó a filtrarse al final del túnel, y mis esperanzas se renovaron.

Al llegar al final, me encontré en una habitación iluminada por velas. En el centro, había un espejo que reflejaba mi propia imagen, pero algo en ella no estaba bien. Mis ojos reflejaban el miedo y la confusión que sentía en ese momento. Entonces, una risa suave resonó en la habitación, y me di cuenta de que todo era una ilusión creada por mi propia mente.

El alarido, el túnel oscuro, el miedo que me consumía, todo era producto de mi imaginación desbordada. Me sentí aliviado al comprender que no había peligro real, solo mis propios temores proyectados en aquella experiencia. Con una sonrisa nerviosa, salí de la habitación y regresé a la realidad, agradecido de haber superado mi prueba de valentía y autocontrol.