Capítulo 15
Sky
En el instante en que puse un pie fuera de la escuela, comencé a sentir que respiraba de nuevo. Repetía en mi mente una y otra vez las palabras de Alex: "Me fui porque no me pediste que me quedara." ¿Qué se suponía que significaba eso? "Me fui porque no me pediste que me quedara." ¿Acaso se suponía que debía retenerlo? "...porque no me pediste que me quedara." ¿Por qué rayos debía retenerte cuando estabas tan desesperado por irte? Apuro mis pasos; me urge llegar a la consulta. La confusión, las dudas... me están consumiendo. Necesito hablar con alguien; necesito hablar con Max.
Era de esperar: #5 está ocupado; así que solo me siento en la sala de espera, viendo cómo uno a uno entran sus pacientes para salir una hora después. De repente, sale él, me ve y, con una seña que trata de disimular su sorpresa, me indica que pase. Entro. Y fue como si repentinamente unos grifos invisibles se giraran en mis ojos para dejar escapar profusamente mis lágrimas. Max no dice nada y tampoco hace gestos de desagrado; se limita a sentarse en su escritorio a revolver papeles y teclear en la computadora. Poco a poco, comencé a calmarme. Max me pregunta si quiero hablar y muevo negativamente la cabeza.
—Bueno, en realidad, ya es hora de que me vaya a casa— me dice. —¿Quieres caminar un rato?
Nuevamente muevo la cabeza, esta vez asintiendo. Salimos de la consulta, él le da un par de instrucciones a su secretaria y nos ponemos en marcha. No sé a dónde vamos, solo me limito a seguirlo. Él no dice nada, supongo que por respetar mi silencio; yo no hablo, porque no sé qué decir. Antes de darme cuenta, estamos sentados en un café: yo con un zumo delante, él con un café cargado. Inesperadamente me siento cómoda para hablar, y acabo contándole todo lo que pasó con Alex y la forma en la que descubrí que de alguna manera él me culpa de que hubiera tenido que irse.
—En realidad —dice finalmente—, no creo que Alex te esté culpando, Sky. Solo quiso poner en tus manos la decisión de irse o quedarse. No fue lo correcto, pero tal vez solo estaba asustado de decir que sentía algo más que una amistad por ti.
—Pero... no entiendo. ¿Asustado por qué? No es como...
En el instante en que puse un pie fuera de la escuela, comencé a sentir que respiraba de nuevo. Repetía en mi mente una y otra vez las palabras de Alex: "Me fui porque no me pediste que me quedara." ¿Qué se suponía que significaba eso? "Me fui porque no me pediste que me quedara." ¿Acaso se suponía que debía retenerlo? "...porque no me pediste que me quedara." ¿Por qué rayos debía retenerte cuando estabas tan desesperado por irte? Apuro mis pasos; me urge llegar a la consulta. La confusión, las dudas... me están consumiendo. Necesito hablar con alguien; necesito hablar con Max.
Era de esperar: #5 está ocupado; así que solo me siento en la sala de espera, viendo cómo uno a uno entran sus pacientes para salir una hora después. De repente, sale él, me ve y, con una seña que trata de disimular su sorpresa, me indica que pase. Entro. Y fue como si repentinamente unos grifos invisibles se giraran en mis ojos para dejar escapar profusamente mis lágrimas. Max no dice nada y tampoco hace gestos de desagrado; se limita a sentarse en su escritorio a revolver papeles y teclear en la computadora. Poco a poco, comencé a calmarme. Max me pregunta si quiero hablar y muevo negativamente la cabeza.
—Bueno, en realidad, ya es hora de que me vaya a casa— me dice. —¿Quieres caminar un rato?
Nuevamente muevo la cabeza, esta vez asintiendo. Salimos de la consulta, él le da un par de instrucciones a su secretaria y nos ponemos en marcha. No sé a dónde vamos, solo me limito a seguirlo. Él no dice nada, supongo que por respetar mi silencio; yo no hablo, porque no sé qué decir. Antes de darme cuenta, estamos sentados en un café: yo con un zumo delante, él con un café cargado. Inesperadamente me siento cómoda para hablar, y acabo contándole todo lo que pasó con Alex y la forma en la que descubrí que de alguna manera él me culpa de que hubiera tenido que irse.
—En realidad —dice finalmente—, no creo que Alex te esté culpando, Sky. Solo quiso poner en tus manos la decisión de irse o quedarse. No fue lo correcto, pero tal vez solo estaba asustado de decir que sentía algo más que una amistad por ti.
—Pero... no entiendo. ¿Asustado por qué? No es como...