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Parte III: El Último Susurro del Abismo
El sol había dejado de salir en la vida de Marcos. Cada día se parecía al anterior, una repetición interminable de horas vacías, pesadillas que se filtraban en su realidad, y el recuerdo imborrable de los actos atroces que había cometido. La sangre derramada, la carne destrozada, y los ojos de aquellas que alguna vez había amado, ahora lo acechaban en cada rincón de su mente. No había paz, no había descanso. Solo un tormento perpetuo que lo corroía desde dentro.

Pero la locura no había terminado de consumirlo. Aún quedaba un resquicio de su antigua humanidad, una parte de él que se resistía a rendirse por completo al abismo que lo había engullido. Esa parte de Marcos, aunque diminuta, luchaba desesperadamente por encontrar una salida, una manera de poner fin a su sufrimiento.

Fue en medio de esta desesperación que una nueva idea comenzó a formarse en su mente. Si no podía escapar de la culpa, si no podía redimirse por las vidas que había arrebatado, tal vez la única manera de encontrar paz era aceptar su destino. Pero antes de hacerlo, necesitaba confrontar la raíz de su locura, la chispa que había encendido el fuego de su demencia: Valeria.

Marcos sabía que tenía que volver al lugar donde todo había comenzado. El bosque que había sido testigo de su amor y de su descenso a la oscuridad lo llamaba, como un eco distante que no podía ignorar. Sin pensarlo dos veces, recogió las pocas pertenencias que aún le importaban y emprendió el camino hacia el bosque.

El trayecto estuvo marcado por un silencio...