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Dolor con vida propia
Hay días en que el dolor se come mi garganta.
Se abre paso por mi espalda y se aposenta en mi pecho. Y como un reptil, me sofoca con fuerza constrictora.
Me taladra la cabeza, endurece mi mandíbula, logra que mis dientes poseídos de ira destrocen mis manos, y que estas se hinchen y escuezan. La rabia nubla mi vista, obstruye los oídos, entumece...