...

10 views

El amor tiene mil caras

Éllos eran seres de luz, almas puras que habitaban en una dimensión superior, donde todo era armonía y paz. Ella un día se marchó por una misión y encarnó en una chica humana, una criatura de carne y hueso que vivía en un mundo lleno de caos y sufrimiento. Él la buscó y buscó mientras ella lo olvidó cuando encarnó hasta que lo soñó por primera vez y poco a poco recordó, el sintió cuando ella su nombre pronunció y lo llamó, su energía lo estremeció y la buscó hasta que en la tierra al fin la encontró, se enamoró de su belleza y su espíritu. Ella lo sintió en su corazón, y se sintió atraída por su energía y su bondad.

Pero el destino les tenía preparado un cruel juego. Él no podía bajar a su mundo, pues su cuerpo se desintegraría al contacto con la materia. Ella no podía subir al suyo, pues su alma no estaba preparada para la vibración. Así que solo podían encontrarse en el plano astral, donde sus almas se fusionaban en un abrazo eterno.

Pero el tiempo no se detenía, y cada vez que ella despertaba, él se alejaba. Él sufría al verla envejecer, enfermar y morir, mientras él permanecía inmutable. Ella lloraba al sentirlo lejano, ausente y olvidado, mientras ella se reencarnaba.

Él hizo un pacto con el universo, para poder estar con ella aunque fuera por un instante. El universo le concedió su deseo, podía su alma viajar a través de un tercero, un humano, pero le puso una condición. Él tendría que enseñarle una lección a ella, para que progresara en su vida y se hiciera más fuerte. Él tendría que mostrarle sus debilidades y fortalezas, y ayudarla a descubrir el amor propio sin decirle nada. Solo así ella podría alcanzar la misma frecuencia y subir a su dimensión para estar juntos definitivamente.

Él aceptó el trato, y se dispuso a cumplir su misión. Cada vez que ella sufría, él la buscaba y se le acercaba. A veces era un amor pasajero, otras veces su amigo, algunas su amante e incluso un amor distante. Él le hablaba con su mirada, que siempre era la misma, y ella reconocía su alma. Él le mostraba el camino, pero ella tenía que recorrerlo. Él le daba su amor, pero ella tenía que aceptarlo.

Pero el tiempo seguía siendo su enemigo, y cada vez que él cumplía su papel, el universo le reclamaba la retirada. Él tenía que marcharse y volver a empezar. Él cambiaba de forma y de nombre, pero ella siempre lo recordaba. Él la esperaba, la amaba, pero ella siempre lo extrañaba.

Así pasaba el tiempo, muchas historias, muchas lecciones. Ella fue aprendiendo, creciendo, evolucionando. Él la fue guiando, protegiendo, amando. Hasta que un día, ella estuvo lista. Ella había encontrado su luz, su paz, su amor. Ella había elevado su alma, su mente, su corazón.

Entonces, el universo les dio su premio. Les permitió estar juntos, sin tiempo, sin espacio, sin forma. Les permitió fundirse en uno, en una dimensión de amor. Les permitió ser felices, por siempre y para siempre, sin límites ni condición, porque ella aprendió la lección.

En carne y hueso nada es eterno, nadie se queda para siempre, todo llega y se va para hacernos avanzar, todo es un proceso y hay que confiar. El amor verdadero existe y no lo tenemos que buscar, siempre llega, siempre está, aunque no lo podamos entender. Todo es parte de un plan, pero nos podremos fusionar cuando estemos preparados de verdad y nos sepamos amar a nosotros mismos primero.

El amor siempre tendrá diferentes rostros y tiempos, pero su esencia será la misma.

©F4our