...

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Mundos, parte 1 (por suerte)
Nos conocimos con esa brisa de verano que nos empujó el uno al otro. Fue esa brisa la que no quise olvidar.
Fueron nubes de agua de rosas las que usé para tapar el sol que quemaba nuestro amor.
Y con la brisa y las nubes mi mente estaba como ebria y dijo “¡Sí! ¡Dios, claro que sí!” ¿Debí haber dicho que no? Esa pregunta carece de importancia ya...
Pero como ya se sabe, después de lo ebrio viene la resaca.
Me endeudé con la tristeza y me tocó pagarlo caro.

Aún recuerdo aquel día, sentados tan cerca...