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A UNAS HORAS DE NAVIDAD.
Esa tarde-noche en aquel centro comercial, esperaba a Cristel, mi esposa y, a mis dos hijas. Ellas habían regresado a comprar algo que se había olvidado, estaba cerca Navidad. Yo esperaba al extremo de una caja de cobro que no tenían en uso. Me quedé observando a un niño que miraba a través del cristal de una máquina atrapa-muñeco-de-peluche. No sabía cuál él había escogido, pero como a 15 metros de distancia yo ya había escogido uno, mientras él miraba a esos muñecos. Ya para eso, observé también que ningún adulto estaba a su lado, seguramente de lejos alguien lo cuidaba; también llamó mi atención el color del niño, no era moreno, era de piel uniformemente oscura... Pensé que era muy probable que él fuera un niño indocumentado, ya que en estos días frecuentemente se ven varios de ellos aquí, en Coatzacoalcos, Veracruz, México. Él andaba solo y con monedas suficientes para jugar, -qué más da un poco de diversión...

Para ese momento pasó por mi mente que alguien me diera un regalo así... una vez más, para esa Navidad; es decir, algo como lo que mi familia me había ya acostumbrado, algo hecho, pintado, escrito o, ganado... como de esa máquina.

Ahora, aquel niño echaba ya las monedas requeridas. La máquina empezó a hablar en dando la bienvenida y sus luces parpadeaban una aquí otra allá, sincrónicamente... El juego había comenzado. Él empezó a maniobrar la palanca, dirigiendo así la mano mecánica-tambaleante... Me dí cuenta que él la había dirigido al mismo muñeco navideño que yo también había escogido, esto lo supe porque la detuvo encima de éste. Llegó el momento decisivo, aún tambaleándose, aquella mano posaba encima del objetivo... El niño apretó el botón. La mano cayó justo sobre el muñeco, aunque no con todos sus dedos agarrándolo. Él, aun así, decidió ir levantando la mano mecánica, al hacerlo la mano acomodó perfectamente todos sus dedos y asió y haló hacia arriba al muñeco... direccionó aquella mano e hizo que soltara al muñeco en el depósito de entrega... Lo había logrado. Él estaba contento mirando su premio que le iba a ser entregado. Mientras la máquina estaba por sacar lo obtenido, yo esperaba que él volteara a su alrededor para felicitarle de lejos con un pulgar arriba. Lo hizo -él estaba y se veía satisfecho con aquella proesa personal. Al ver él que yo compartí su hazaña, felicitándole con mi pulgar arriba, hizo algo que no supe manejar al momento -por lo inesperado e inusual. Aquel niño vino hacia mí, con aquel muñeco navideño en su brazo, y con una gran y genuina sonrisa, me dijo: "para ti, es un regalo de Navidad..."

Hoy, aún lo conservo. Pasan muchas cosas por mi mente cuando lo contemplo, al igual que pasaron en el momento que decidí aceptarlo. Al ver por primera ocasión aquel muñeco de Navidad en aquella máquina atrapa-muñecos, había deseado que alguien me lo regalara. Me asombra pensar que así sucedió. Quise pagar más de lo suficiente, quise ayudarle, quise dar pero nada fué aceptable y aceptado. El ofrendar, el regalar alegremente fué más allá y fué insuperable en aquella noche a unas horas de Navidad.



© Old Machine.