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La Chica del Café ☕
Cada tarde, de lunes a viernes, cruza por aquella puerta de cristal, elegante misteriosa, con paso firme a pesar del cansancio. Ella entra en busca de un consuelo, o tal vez, un momento de paz, un momento sola. Ese deseo sólo puede llenarlo con café latte y crema de avellana... y con un buen libro.

He pensado seriamente en cambiar mi día de descanso para coincidir con ella, quiero verla aunque sea 6 días a la semana, deleitar mis pupilas con su delicada belleza, con su mirada bondadosa de ojos pequeños y su sonrisa amable de labios delgados; quiero ver esa luz.

Siempre que llega a la caja, donde me encuentro, me mira como a su igual; no percibo discriminación ni complejos de superioridad, sólo me sonríe como si nos conociéramos. Esa confianza que emana es una fragancia más dulce que la de las rosas, más fresca que el rocío de la madrugada.

Ella busca un momento de placer después del trabajo y parece que lo disfruta completamente cada vez que toma su libro favorito entre las manos (sé que lo es porque la he visto leerlo más de dos veces), es como si se fuera de este mundo y volara entre las páginas totalmente entregada a la lectura, mientras saborea el café. ¡Qué curiosa es su vestimenta! lleva un conjunto de oficina: una blusa blanca con un escote perfecto, coqueto pero sin exagerar; una falda recta azul, con el largo ideal, mostrando las piernas sin verse vulgar. Inquietante. Tacones altos que estilizan aún más su figura al caminar. Siempre lleva un balanceo natural, femenino y un tanto inocente; su largo cabello negro siempre va atado en una coleta alta, ¡se ve tan suave!, ¡quisiera acariciar esa trabajadora cabeza.

He durado un tiempo trabajando en esta cafetería gracias a ella, su presencia me llena de alegría.

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Este día no ha llegado sola, viene con un joven que la toma del brazo con cierta firmeza. Él me recibe el cambio y no puedo evitar...