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Por una deuda ajena

Yacía de espaldas en el suelo con la mirada vacía. Esa mañana, cuando llegaba a su habitación, le pegaron un solo tiro que lo mandó al infinito a contar el polvo de las galaxias . Le ahorraron la resaca de la borrachera que se había pegado con sus viejos amigos esa noche, donde se abrazaron y rieron alegres por la llegada de quien ya habían dado por perdido hacía mucho tiempo.

Llegó a ese pueblo, que sólamente en el fondo le era familiar. Eran casi irreconocibles aquellas calles. Apenas podía decirse que eran las que recorrió de niño y de joven, a no ser por un poste, o por la fachada de alguna casa que sus dueños se negaron a cambiar, o que dejaron derruir. Se sentó en un café y pidió una cerveza, se quitó el sombrero, lo puso sobre la mesa, se pasó la mano por los pocos pelos ralos que se resistían a su calvicie, y recibió en sus manos la cerveza fría que traía la mesera. Mientras daba sorbos a la botella, buscaba entre los transeúntes algún rostro conocido. Todos eran un montón de gente nueva que lo hacía sentirse como un forastero en su propia tierra. "Así que vino a recoger los pasos, Javier" le dijo alguien desde otra mesa, que luego soltó una carcajada. Volteo a ver quién era el dueño de la voz, pero no logro reconocerlo. Intentó responder algo pero puso todo su esfuerzo en ver en ese rostro y en ese cuerpo de viejo algún paisano suyo de aquel tiempo.
"No me recuerda" prosiguió el otro, " yo si le he reconocido desde antes que entrara y se sentara, lo reconocí por el andado." Y continuó, " si yo me parara de esta silla y me viera dirigirme a hacia usted, seguro caería en la cuenta. Pero está bien, el tiempo ha pasado, y ese no pasa en vano. Por lo de recoger los pasos no se ofenda ni se preocupe, que ya los
hijueputas esos están todos muertos, y los más nuevos no se ocupan de rencillas antiguas; para ellos eso son deudas ajenas".

Se levantó trabajosamente de la silla, pues era un hombre ya bastante viejo y gordo, y se dirigió hacia él y le tendió la mano "soy Ricardo Giraldo, hacía negocios con su padre, ¿Se acuerda?" " Ya lo recuerdo" respondió sonriendo, " siéntese, por favor" dijo corriendo una silla para que el viejo se acomodara. "¿Quiere beber algo?" "Nada, ya bebo poco, y como poco, pues cuando me desmando la paso muy mal. Pero, gracias" y siguió: "el viejo y uno de sus hijos, el que decían que era marica,"... "Jairo" interrumpió Javier. "¡Ese! Jairo, estuvieron en el entierro de su papá; sé que en alguna época el viejo Álvaro fue amigo de su padre, pero ese día no estuvo allí por honor a eso, sino por ver a qué horas aparecía usted, para echarlo de una vez a la fosa junto a su papá, ¡esos perros!" Se rascó la nariz y dijo más, "no sé si sabía, pero el marica ese y su hermano, después de su huida, asediaban a su padre en cada oportunidad, preguntando en dónde estabas escondido". " Lo imagino, respondió Javier tomando el sombrero y dejando un billete en la mesa. " Hasta luego, don Ricardo, que pase buen dia" "Hasta pronto, niño Javier, ha sido un gusto saludarlo. En frente hay un hostal, puede hospedarse allí" Javier agradeció con un gesto y salió del café disimulando su ofuscación, y renegando de que alguien fuera de su familia le llamara 'niño Javier, cómo lo llamaban en aquel tiempo en su casa.

Pronto,varios de sus amigos se enteraron de su llegada , y al caer la noche ya abundaba el aguardiente y las risas en la mesa; no faltaba uno que otro gorrero a los que unos conocían pero del que Javier no tenía noticias, ni le importaba tenerlas. Estaba en su casa con lo que quedaba de sus amigos, que ya hacían las veces de familia, pues de sus deudos no quedaba ninguno en ese lugar. Su padre y madre hacia tiempo habían muerto; sabía de un tío suyo, hermano de su madre, que vivía aún, pero del que tenía noticias muy imprecisas de su paradero.
Ya entrada la noche apareció en la cantina el viejo Ricardo, se sentó si pedir permiso en medio de los alegres borrachos, y haciendo el que limpiaba la mesa con sus manos y apartando las botellas vacías dijo:"niño Javier, sé que le sorprenderá que me aparezca así, a interrumpir su fiesta, pero quería comentarle un asunto al cual, ojalá, usted y yo podamos darle solución" Javier bebió de golpe un aguardiente "no sé qué asunto tengamos que solucionar usted y yo… pero cuénteme, don Ricardo". El viejo se arrellanó en la silla y carraspeó, mirando a todos. " Usted ha de recordar que yo era un hombre que tenía todo,de alguna forma, solucionado, pero por el problema aquel, con el hermano del viejo Álvaro, todo se me fue a la mierda, pues muerto Hugo, no pude recuperar una suma considerable que yo le había dado por cierto negocio que tenía con él" carraspeó de nuevo y añadió " yo hablaba de eso con su papá, y el me aseguraba que cuando usted viniera me resarciría algo de mis perdidas,que como verá usted, me tienen viviendo desde entonces,casi a pan y agua". Javier lo miro con los ojos inyectados en sangre, más por la ira que por la borrachera y le espetó al viejo, " Vea, viejo hijueputa, mi papá siempre supo que yo no tuve velas en la muerte del viejo Hugo, a ése lo mataron los sobrinos por robarlo. Sabrá Dios si no fue el viejo Álvaro el que los mando a pelar a su hermano, y quiso lavarse conmigo" bebió otro aguardiente "don Ricardo, vea que yo ando tranquilo porque la ley ha hablado, yo nada tengo que ver y en nada puedo a yudarlo. Tendrá que cobrarle al muerto". El viejo se levantó de la silla y antes de alejarse dijo, casi farfullando, "Será seguir cobrándole a muertos"
Al salir el viejo se reanudaron las risas y siguió corriendo el trago. Ya la noche había desembocado en el púrpura de la madrugada.



© Mauricio Arias correa