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El retrato de Eduardo
Eduardo, un anciano pintor callejero de manos duras y llenas de cicatrices llevaba sobre su espalda todo el peso de su vida y la cruel pobreza. Vivía en un pequeño apartamento alquilado en la ciudad, donde las paredes estaban manchadas por la humedad y parecían caerse a pedazos. Eduardo no tenía familia ni amigos; su única compañía era su paleta de colores, su lienzo en blanco y sus óleos desgastados que no sabía como reponer, porque la situación estaba muy complicada para él.

A pesar de su pobreza, Eduardo poseía un don extraordinario. Los pinceles en sus manos parecían que tomaban vida propia. Cada trazo, era una expresión de su dolor, sus sueños y sus esperanzas. A través de su arte, Eduardo liberaba su alma atormentada.

Un día, sumido en una profunda...