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Lo que causo nuestro amor
SINOPSIS

Hachi Ziegler ha dedicado su vida a lamentar su soledad, sintiéndose vacía e incompleta, hasta que encontró a su otra mitad. Alegrías, tristezas y sentimientos por compartir, momentos inolvidables que quiere volver a sentir. Mientras se ahogaba en medio del caos, apareció Texi Schuster, una chica mágicamente encantadora que ve la vida de una manera muy común. Al conocerse, ambas conectaron automáticamente, como si fueran almas viejas, como si se conocieran de toda la vida.
Momentos inolvidables e insuperables juntas, riendo, sintiendo, sintiendo tan intensamente al punto de sentir asco y ardor. Felicidad y amor.

¿Pero quién dijo que puedes amar a alguien si no te amas tú misma? Quizás es posible, pero acaba de la peor manera.



PRÓLOGO

—Estoy cansada, no sé qué más hacer—, indicó mientras su mirada se perdía cada vez más.

—Tranquila, estoy aquí para ti—, indicó mientras sus ojos se posaban en los de ella.

Hachi Ziegler estaba tan rota, tan cansada de todo. La única luz en su vida era Texi Schuster, era ese rayo de sol en medio del frío incontrolable, el viento en medio del sudor imparable.

Eso que sentía, sabía que era amor. Amor, un sentimiento tan intenso y tan imperfecto. Al estar juntas, todo lo malo desaparecía.

—Gracias por todo, Texi, te amo—, dijo mirándola con unos ojos de amor inevitables, unos ojos que con tan solo mirarlos, el brillo se notaba como si se tratara de un foro de luz.

—Te amo más—, dijo, mientras se miraban mutuamente.

El amor, un sentimiento que te llena demasiado, al punto que al llenarte tanto, explotas y te deja completamente vacío. Te deja tan vacío, que al pensarlo, no puedes dejar de sentir y de llorar, llorar por el vacío y por la soledad.

El amor te llena, te vacía, te hace feliz, triste, roto, te hace sentir todo y nada a la vez. Eso es amor, amor es cuando empiezas a vomitar al punto de sentirte asqueada, o quizás, en realidad es algo que confundimos con amor.




CAPÍTULO 1

Hachi

<< Alarma del celular >>

—¡Hachi, ¡levántate ya!— indicó mi madre enojada.

—Mmm...—, decía entre sueños. —Déjame dormir un rato más, estoy cansada...—

—¡HACHI!, ¡HAS ESTADO LLEGANDO TARDE A LA ESCUELA, ME VAS A METER EN PROBLEMAS!— Gritó mi madre con gran enojo.

Me levanté, vi mi reflejo en el espejo. Me sentía asqueada y cansada, solo queria estar en mi cama, en ese lugar frío y tranquilo.

Mientras tomaba una ducha, me quedé paralizada viendo un punto fijo. Solo podía pensar en ella. No podía pensar en nada más.

No puedo parar, no puedo parar de pensar en ese sueño. Soñé que nos besábamos, que nos besábamos tan poéticamente inexpresable. Mientras nos acercábamos poco a poco, mirando sus dulces y lindos labios, pensaba en lo lindo que sería besarla y se hizo realidad.

Mientras sus brazos recorrían mi cuello y los míos su cintura, nos empezamos a besar. Nos besamos tan ligeramente que sentí como nuestro amor se volvía más profundo y más débil. De momento, sentí como mi cuerpo se balanceaba hacía atrás y me caí en la ducha.

— Entonces, ¿solo fue un sueño? — pensé al caerme, claro que fue un sueño.

~

Me prepare para la escuela y llegue, pero mientras caminaba por los pasillos de la escuela, sentía vergüenza e incomodidad. Mis ojos perdidos no sabían dónde estacionarse, mis manos no paraban de moverse y mis pies, mis pies no encontraban un lugar donde parar, hasta que la vi, la vi riendo, siendo quien es, siendo alguien que ahora, justo ahora desconozco.

¿Quién ahora eres Texi? ¿Quién eres? Quién es ahora esa persona que solía amar, quién ahora es esa persona que tanto suelo, o mejor dicho, solía extrañar.

—¡TEXI!, ¡TEXI!—, grité, grité con tantas fuerzas que sentía que se me saldrían los pulmones.

Ella siguío caminando, quízas no me escucho, quízas simplemente me ignoró.
Su manera de caminar había cambiado, su manera de pensar ya no era la misma, ella había evolucionado. Pensé que todo valdría la pena, realmente lo pensé.

Mientras tanto, intentando olvidarme de lo humillada que quedé al llamarla repetidamente y ser ignorada, me senté bajo un arbol.

De momento, lo vi llegar a el, no sé que quería especificamente, pero de seguro lo mandaron a averiguar algo. Estaba tan mal, que considere desahogarme con el, la peor opción.

—Me siento mal—, digo repetidamente, al borde del
estrés.

—Tú siempre te sientes mal—, responde Leck Zaharie.

Leck Zaharie es un “amigo”. Una buena y amable persona, pero su veneno se nota desde lejos.
¿Cómo se considera amigo a alguien que solo investiga para chismear? Al final, solo quedan pocas personas, o incluso, a veces solo quedas tú. ¿Quizás es mi caso?

—¿Qué escuchas?—, Preguntá Leck Zaharie con duda.

—Nada, bueno—, digo entre medio.

—Escucho una banda poco conocida que acabo de descrubrir, me hace sentir mucho mejor su ritmo—. Respondí.

—Ah, bueno—, Contestá Leck, con irreverencia.

—Veo muchas series, kdramas, creo que por eso tuve tantas expectativas en el amor—, Dije mientras me acomodaba mis audífonos, buscando hacer una conversacion menos incomoda.

Leck me miró con una mirada extraña, incluso se puede notar su intriga. ¿Me odiará? Solo queda la confusión entre un amigo verdadero y un falso.

—¿Veo? ¿Qué has visto?, dice mientras trata de sonreír aunque su sonrisa no es completamente real, solo quiere parecer amable para después clavarme el puñal.

—He visto muchas series, pero total, ¿de que vale la pena contarte? de seguro no conoces ninguna.

— Tienes toda la razón, no me interesan las series, menos las amorosas. — Respondé de una forma tan sincera, que me sorprende.

— Bueno.. — ¿Alguna vez te has enamorado de alguien? — pregúnte, no porque quería saber, solo no quería que ocurriera ese silencio incomodo.

— No, la verdad no. — Dijo mientras evitaba el contacto visual, parecía que me estaba ocultando algo.

Al final, simplemente sonó el timbre. Al fin, después de pasar un momento bastante incomodó. Al salir, caminé hasta casa, el sol penetraba mis ojos, el viento despeinaba mi pelo, mi piel sudaba, mi cuerpo se sentía pegajoso y incomodó. Tanto sol directo me dío dolor de cabeza, mientras caminaba, lo ví a el, a Leck.


© Roluc