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"La Reina del Fuego"


La reina Aella, con la piel pálida como la nieve y el pelo negro como la noche, era la única heredera del trono del Reino del Fuego. Su reinado se caracterizaba por la paz y la prosperidad, pero un oscuro secreto se escondía bajo el brillo de su corona.

Su padre, el rey Aethel, había sido un hombre despiadado que había sacrificado todo para obtener el poder, hasta su propia alma. En su lecho de muerte, le había transmitido a Aella un legado aterrador: un pacto con el mismísimo Diablo, que le había otorgado el poder del fuego a cambio de su alma. El precio: cada generación debía entregarle un alma inocente.

Aella era consciente de la verdad, pero se había negado a cumplir el pacto. Se había rebelado contra su padre, desafiando al Diablo y a su propia naturaleza. Sin embargo, sabía que no podía desafiar al destino para siempre.

Un día, mientras paseaba por los jardines del palacio, escuchó un rumor que la dejó helada. Un ejército de demonios, liderado por el mismísimo Diablo, se aproximaba al Reino del Fuego. Aella sabía que la hora del juicio había llegado.

Su corazón se llenó de miedo, pero también de determinación. Se armó con un puñal de obsidiana, la única arma capaz de causar daño a los demonios, y se preparó para luchar.

La batalla fue despiadada. Los demonios, con sus ojos rojos como brasas y sus cuerpos cubiertos de escamas de obsidiana, lanzaron ataques feroces contra los soldados del reino. Aella, con su poder del fuego, luchó contra ellos con furia, quemando a los demonios y protegiendo a su pueblo.

Sin embargo, la batalla era desigual. Los demonios, cada vez más numerosos, estaban a punto de abrumar a las fuerzas del reino. Aella, con el corazón pesado, se enfrentó al Diablo en un combate final.

En un instante, el destino del Reino del Fuego se decidió. Aella, con lágrimas en los ojos, usó su poder para abrir un portal hacia el infierno, arrastrando al Diablo consigo. El Reino del Fuego quedó libre, pero Aella, la Reina del Fuego, había pagado un alto precio. El portal se cerró con un estruendo, y la luz del sol bañó el campo de batalla, revelando a los soldados exhaustos pero victoriosos.

Sin embargo, Aella había desaparecido. Su pueblo la buscó desesperadamente, pero no había rastro de ella. La leyenda decía que había sacrificado su libertad para sellar el destino del Diablo y proteger a su reino.

Con el tiempo, el Reino del Fuego floreció en paz. Las historias de la valiente reina se contaron de generación en generación, y su sacrificio fue honrado con festivales de fuego y luz. Cada año, en el día de la victoria, los habitantes encendían antorchas en su nombre, recordando su valentía y amor por su pueblo.

Pero en lo profundo del infierno, Aella se enfrentaba a una nueva realidad. Encerrada en un mundo de sombras y fuego eterno, había encontrado una forma de sobrevivir. Con su poder aún intacto, comenzó a reunir a otros seres atrapados allí, formando un ejército de almas perdidas que anhelaban la libertad.

Mientras tanto, en el Reino del Fuego, los cielos comenzaron a oscurecerse. Los rumores sobre la reina desaparecida se convirtieron en susurros sobre un regreso inminente. Aella no había sido derrotada; solo estaba esperando el momento adecuado para reclamar su trono y enfrentar al Diablo una vez más.

Así, la historia de Aella se convirtió en un ciclo eterno: una reina que luchaba no solo por su reino, sino también por su propia redención. Y aunque estaba lejos de casa, su fuego nunca se extinguió.🤍🖤

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