Enhorabuena
La madrugada de invierno, violentamente impersonal, acecha grisácea al otro lado de la ventana, agriando las dos cucharadas de azúcar que de tanto echarle al café, se han convertido en parte imprescindible de mi día a día.
Los niños duermen, cómo no. Duermen con la misma placidez con la que dormían anoche, cuando regresé a casa.
Me estiro, suspirando el humo del primer cigarrillo del día hacia esa lluvia pertinaz que me congelará los...