Almas Gemelas
- Nunca me imaginé que estaríamos así, tan cerca el uno del otro - Leonardo besó el hombro de Mónica con mucho cariño y la abrazó por la espalda debajo de las cobijas -. Disfruto tanto estando a tu lado, haciendo el amor o manteniendo una charla - le susurró al oído.
Desde aquel día cuando se encontraron y se reconocieron en cuerpos diferentes, no habían hecho otra cosa que pasar horas hablando durante las tardes y terminar por hacer el amor cuando se ocultaba el sol. Habían repetido aquel ritual todos los días sin falta y sin rendirle cuentas a nadie.
- Me siento tan libre a tu lado - Mónica se giró para mirarlo a los ojos. Le tomó de la mejilla y la acarició con suavidad -. Te amo, jamás dejaré de decírtelo. Te he amado antes, te amo ahora y te amaré para siempre.
- Yo también te amo. Has cambiado mi triste soledad en días de paz y plenitud - el color de sus bellos ojos verdes se suavizaron con tan solo mirarla y su corazón comenzó a palpitar con rapidez -. Sé que yo también he cambiado tu vida. Cumplí mi promesa de volver hacer que sonrieras.
Algo era cierto, ambos habían cambiado la vida uno del otro.
Mónica trajo días de compañía a la vida solitaria de Leonardo. Por primera vez desde hacía años, no sentía su casa tan fría y lúgubre. Las visitas de su ahora novia habían otorgado luz a todo su alrededor.
La vida de Leonardo no había sido fácil. A los catorce había perdido a su tía abuela - hermana de su abuela materna, y quién tomó más el papel de abuela que la misma - por un cáncer de pulmón. A los dieciocho - justo en el día de su cumpleaños y en el día que había recibido la noticia de que iría a Múnich para tomar una especialidad en fotografía - su madre le confesaba que padecía un cáncer de matriz en fase terminal. Le obligó aceptar el viaje a Múnich sin importar que ella estuviera enferma y cuando regresó después de tres años, supo del fallecimiento de su madre y de la existencia de una carta que había dejado para él. De su padre no conocía casi nada. Solo sabía que era un hombre mayor a su madre, que había estudiado en la misma universidad que ella, pero en diferente carrera, y que al enterarse del embarazo, decidió terminar con la relación. Solo le había dado la vida y el apellido - después de un año de haber nacido -, nada más. Su madre había tenido que arreglárselas sola como madre soltera y como estudiante - lo había tenido a los veinte - mientras estudiaba la carrera de medicina. La ausencia de su padre le había marcado demasiado durante su adolescencia y cuando se convirtió en un hombre adulto, por fin pudo enterrar aquel sufrimiento. Al final entendió que su "padre" jamás lo amaría y nunca lo buscaría para estar con él. No tenía más familia en el mundo. Tal vez tendría medio hermanos por parte de su padre, o tal vez, él ya estuviera muerto. Daba igual lo que fuera. Por parte de su madre había una historia similar. Sus abuelos vivían, eso lo sabía de sobra, pero al igual que su irresponsable e insensible padre, nunca...
Desde aquel día cuando se encontraron y se reconocieron en cuerpos diferentes, no habían hecho otra cosa que pasar horas hablando durante las tardes y terminar por hacer el amor cuando se ocultaba el sol. Habían repetido aquel ritual todos los días sin falta y sin rendirle cuentas a nadie.
- Me siento tan libre a tu lado - Mónica se giró para mirarlo a los ojos. Le tomó de la mejilla y la acarició con suavidad -. Te amo, jamás dejaré de decírtelo. Te he amado antes, te amo ahora y te amaré para siempre.
- Yo también te amo. Has cambiado mi triste soledad en días de paz y plenitud - el color de sus bellos ojos verdes se suavizaron con tan solo mirarla y su corazón comenzó a palpitar con rapidez -. Sé que yo también he cambiado tu vida. Cumplí mi promesa de volver hacer que sonrieras.
Algo era cierto, ambos habían cambiado la vida uno del otro.
Mónica trajo días de compañía a la vida solitaria de Leonardo. Por primera vez desde hacía años, no sentía su casa tan fría y lúgubre. Las visitas de su ahora novia habían otorgado luz a todo su alrededor.
La vida de Leonardo no había sido fácil. A los catorce había perdido a su tía abuela - hermana de su abuela materna, y quién tomó más el papel de abuela que la misma - por un cáncer de pulmón. A los dieciocho - justo en el día de su cumpleaños y en el día que había recibido la noticia de que iría a Múnich para tomar una especialidad en fotografía - su madre le confesaba que padecía un cáncer de matriz en fase terminal. Le obligó aceptar el viaje a Múnich sin importar que ella estuviera enferma y cuando regresó después de tres años, supo del fallecimiento de su madre y de la existencia de una carta que había dejado para él. De su padre no conocía casi nada. Solo sabía que era un hombre mayor a su madre, que había estudiado en la misma universidad que ella, pero en diferente carrera, y que al enterarse del embarazo, decidió terminar con la relación. Solo le había dado la vida y el apellido - después de un año de haber nacido -, nada más. Su madre había tenido que arreglárselas sola como madre soltera y como estudiante - lo había tenido a los veinte - mientras estudiaba la carrera de medicina. La ausencia de su padre le había marcado demasiado durante su adolescencia y cuando se convirtió en un hombre adulto, por fin pudo enterrar aquel sufrimiento. Al final entendió que su "padre" jamás lo amaría y nunca lo buscaría para estar con él. No tenía más familia en el mundo. Tal vez tendría medio hermanos por parte de su padre, o tal vez, él ya estuviera muerto. Daba igual lo que fuera. Por parte de su madre había una historia similar. Sus abuelos vivían, eso lo sabía de sobra, pero al igual que su irresponsable e insensible padre, nunca...