Emily se sentó frente a su antigua máquina de escribir, mirando la hoja en blanco con una mezcla de ansiedad y determinación. Había pasado semanas sin poder dar vida a una sola palabra que valiera la pena en su próxima novela. La inspiración parecía haberla abandonado por completo, y la presión del plazo de entrega se cernía sobre ella como una nube oscura.

En un intento desesperado por romper el bloqueo del escritor, Emily decidió dar un paseo por el parque cercano. Mientras caminaba bajo la sombra de los árboles, el aroma a tierra fresca y hojas crujientes llenaba el aire. Era un día soleado de otoño, pero Emily apenas lo notaba; su mente estaba atrapada en su búsqueda de la musa perdida.

Fue entonces cuando lo vio: un banco de parque vacío con un libro olvidado descansando en él. El libro tenía una portada desgastada y páginas amarillentas, pero algo en él llamó la atención de Emily. Se acercó al banco y tomó el libro en sus manos. Era una novela clásica de amor, y en sus márgenes había notas escritas a mano. Las palabras de un lector anterior que compartía sus pensamientos y emociones mientras leía.

Esta pequeña chispa de conexión entre el lector anónimo y el autor original encendió algo en Emily. Comenzó a imaginar la historia detrás de esas notas, cómo dos almas solitarias podrían haberse conectado a través de las palabras de un libro. Era el comienzo de una idea, la semilla de una nueva novela que podría escribir.

Con el libro en su bolso y una sonrisa en el rostro, Emily regresó a su hogar, llena de esperanza y emoción. Sabía que esta historia tenía el potencial de ser su mejor obra hasta el momento, y no podía esperar para comenzar a escribir.


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