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Reina Sin Corona
Uno pensaría que quedarse sin combustible en mitad de un camino apartado y rural, es tan mal agüero como asomarse por una ventana y ver a un cuervo posado en una rama o abordar un barco con el mar picado, pero lo que le ocurrió después a Julia Reyna, no tiene comparación. Estaba reciente el levantamiento de medidas sanitarias relacionadas al mortal virus, cuya pandemia había cercenado la vida a más de 400 millones de personas y una de las cosas que más extrañaba Julia desde que ordenaron la cuarentena total, era manejar. Desafortunadamente, no recordaba que la última vez que salió a abastecerse, hubo tal histeria colectiva que pasó 6 horas en tráfico entre ir y venir, y aunque logró comprar lo necesario, al estacionar su auto, ya el tablero marcaba en luz naranja, lo que sería su desdicha 10 meses después.

Los gobiernos a nivel mundial cayeron, ya fuera por contagios masivos dentro de las entidades públicas o por grandes escándalos de corrupción, los que fueron el empujón necesario para que células extremistas de personas con cierto nivel de entrenamiento, desataran una purga de políticos y de paso, alteraran para siempre el orden social como se conocía. Las zonas no urbanas evolucionaron hacia sistemas de justicia y vigilancia arbitrarios en su mayoría, con unos pocos (los más ricos o los más armados) decidiendo quién impartiría la autoridad.

Luego de un microataque de pánico (de los cuales había tenido muchos, sobre todo durante la pandemia), Julia se detuvo a evaluar su situación. En el medio de la nada, sin más iluminación que los faroles de su Honda Fit, con vegetación espesa a la izquierda y derecha del camino, sintió su alma rota de espanto. Ya hacían 30 minutos desde que su auto tosió de muerte y aún no pasaba ningún vehículo por allí, así que tragó...